lunes, 30 de noviembre de 2020

Quince años y un secreto - Capítulo 39

 




El verano pasó y el curso comenzó de nuevo sin que yo llegara a tomar ninguna decisión. Miguel respetaba mi petición y no me llamaba, lo cual quería decir que no sabía nada de él. Y no sabía si me gustaba. Realmente estaba pasando un período lleno de contradicciones. Yo misma era una pura contradicción.

Mi amiga Violeta aguantaba estoicamente mis rancios discursos, mis dudas, mis cambios de humor y mis inseguridades. Un día decía una cosa, al día siguiente otra; hoy estaba segura de que Miguel me amaba y por lo tanto lo llamaría enseguida, al día siguiente analizaba cada de una de sus palabras y de sus hechos para buscar el punto justo en que desmentía lo anterior. Era un completo desastre.

-Deberías de dejar de darle tantas vueltas a todo, Irene, no merece la pena. Las relaciones nunca son seguras al cien por cien, y no creo que se necesite tampoco esa seguridad. Lo que hay que hacer es disfrutarlas mientras duran, créeme, te lo digo por experiencia. Tuve un marido que fue un hijo de la gran puta y ni por un momento, cuando éramos novios, pensé que mi matrimonio fuera a resultar como resultó. Pero tuvo sus momentos buenos, pocos, pero los tuvo, y yo los gocé porque sí, porque era lo que tocaba. Tú amas Miguel y él a ti, y lo único que estáis haciendo ahora es perder el tiempo como dos idiotas, como si no lo hubieseis perdido ya bastante.

Cuando mi amiga me echaba semejantes discursos yo no le replicaba, pues en el fondo sabía que tenía razón. Violeta siempre tenía razón y casi nunca se engañaba con respecto a los demás, aunque cuando se trataba de sí misma, la cosa cambiaba un poco, pero eso es algo que no viene al caso.

Así llegaron las Navidades y con ellas mi viaje a Madrid para disfrutarlas al lado de Enriqueta y Ángel. Ángel sabía del regreso de Miguel y del pacto al que habíamos llegado, pues yo misma se lo había contado, así que cuando me recogió en la estación, como siempre, después de los típicos saludos de cortesía, me preguntó si había tomado ya la correspondiente decisión.

-No es fácil. Han pasado muchas....

-No sigas – dijo cortándome el rollo – no quiero escuchar más sandeces. Y disculpa si estoy siendo demasiado duro contigo, pero me parece que te estás pasando con tanto pensar. Eres una tonta.

Me sentaron mal sus palabras, a pesar de que sabía que no guardaban ninguna mala intención, así que hicimos el trayecto hasta la pensión en un tenso silencio que él intentaba romper de vez en cuando sin conseguirlo demasiado.

Aquella misma tarde me habló claramente, como él solía hacer.

-Estás molesta conmigo por lo que te dije esta mañana ¿cierto?

-Pues un poco, la verdad.

-Pues te lo volvería a decir mil veces, pero de todos modos a lo mejor me estoy metiendo donde no me llaman. Y para unos días que vienes a pasar aquí tampoco quiero que haya tiranteces entre nosotros. Así que no voy a volver a hablarte del tema. Mi opinión ya la sabes, haz lo que quieras.

Y así fue. Pasamos las fiestas felices y contentos, sin volver a tocar el tema. Y sin aclararme, por supuesto.

Poco me imaginaba yo que de vuelta a Valencia iba a recibir una de las peores noticias de mi vida. Cierta tarde Violeta se presentó en mi casa. Tenía cara de pocos amigos y denotaba preocupación. Intentaba disimular, pero yo sabía que ocurría algo. Tenía algo que decirme pero no era capaz.

-¿Qué pasa, Violeta? Si tienes que decirme algo dímelo, por malo que sea.

-Es que..... no sé cómo te lo vas a tomar.

-Ah, entonces tengo razón. Tienes algo que decirme. Pues venga, dispara.

-Hace unos días estuve hablando con Miguel.

Un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo.

-¿Con Miguel? - pregunté inquieta - ¿por teléfono?

Violeta sacudió la cabeza.

-No. Estuvo aquí.

-¿Aquí? ¿En el pueblo? Y... ¿por qué no vino a verme?

En aquellos momentos mi cabeza era un hervidero de pensamientos cada cual más negros. Si Miguel había estado en el pueblo, había visitado a Violeta y a mí ni me había saludado, indudablemente lo que mi amiga iba a decirme tenía que ver con él y la cosa no pintaba nada buena.

-No vino a verte porque..... -Violeta sacó un sobre del bolsillo de su abrigo y me lo tendió – porque no se atrevió. Pero me dejó esto para ti.

Tomé aquel sobre con manos temblorosas. Estaba tan nerviosa que apenas podía rasgarlo. Cuando por fin pude leer su contenido me cayó el alma a los pies. Decía así.


“Mi querida Irene:

Antes de nada debes perdonarme por acudir a este medio para decirte lo que tengo que decirte, pero soy un cobarde, siempre lo he sido, y no me atrevo a hablarte a la cara. Sin embargo no voy a andar con muchos rodeos. En vista del tiempo que ha transcurrido sin tener noticias tuyas, creo que lo mejor es que abandonemos nuestra idea de volver, o tal vez debería decir mi idea, pues está claro que a ti no te interesa demasiado. Yo prometí no llamarte y he cumplido mi promesa, pero día tras día, cuando llego a casa del trabajo, lo primero que hago es mirar el teléfono por si tengo algún mensaje tuyo en en contestador. No sabes la desilusión que siento cuando nunca escucho tu voz. Pienso que ha transcurrido tiempo más que suficiente para que tú sopeses la posibilidad de retomar lo nuestro, si no te interesa, como al parecer así es, te dejo libre para que puedas hacer tu vida, con gran dolor de mi corazón, pero desde siempre tuve muy claro que jamás se puede obligar a nadie a amar.

Espero que seas muy feliz y que algún día encuentres a la persona adecuada para ti. Yo, por mi parte, te recordaré siempre, pero también intentaré encontrar esa felicidad que tanto añoro y que un día se me escapó a tu lado. Un beso enorme:


Miguel “.

No sería capaz de describir con palabras lo que sentí en aquel instante. Sólo sé que fui consciente de que todo se había ido al garete, de que mis ilusiones, mis recuerdos, el objetivo que durante muchos años me había marcado en la vida, tal vez de manera irracional, había dejado de existir para mí.

Me dejé caer en el sofá del salón como si fuera un saco de arena tirado al vacío, con la carta entre mis manos temblorosas. Violeta me miraba fijamente con cara de pena, sin saber qué decirme. Yo tampoco era capaz de hablar, ni siquiera de llorar, aunque nunca había sentido más ganas que entonces. Pasados unos minutos conseguí decir algo.

-Pero....¿qué ha pasado? ¿no te ha dicho nada? ¿sólo te ha dejado ésto?

Violeta entonces suspiró, se acercó a mí y echó su brazo por mis hombros en un gesto de consuelo que no servía para mucho, pero que yo agradecí.

- Me llamó por teléfono hace dos días y me dijo que deseaba hablar conmigo. Me pareció extraño y le pregunté si le ocurría algo. No me concretó, insistió en que quería decirme algo y que tú no debías de enterarte. Me sentí entre la espada y la pared, pero finalmente accedí y ayer estuvo en mi casa. Le vi triste y demacrado. Después de los saludos de rigor me preguntó por ti. Le dije que estabas bien y que seguramente te haría mucha ilusión volver a verle. Entonces se le veló la mirada y me dijo que no pensaba visitarte, que venía para zanjar lo vuestro, para terminar con todo de una vez. Yo le dije que precisamente ese era motivo más que suficiente para venir a verte, pero insistió en que no, que no podría, que te amaba demasiado como para poder afrontar el momento de decirte que todo había terminado. Yo no entendía nada, y él no me explicó más, así que tampoco quise preguntarle. Supongo que esa carta no contiene buenas noticias.

Extendí el papel hacia mi amiga.

-Compruébalo tú misma.

Violeta leyó la misiva en silencio, tal y como había hecho yo un rato antes, y cuando terminó alzó la mirada hacia mí.

-Se ha cansado de esperarte, Irene. No tiene más explicación.

Entonces me eché a llorar. Y no sé cuánto tiempo lloré, apoyada en el regazo de mi amiga, que soportaba mi llanto es silencio.

-¿Qué hago Violeta? ¿Qué hago para remediar esta estupidez mía? Yo le quiero y no quiero perderle. - dije entre hipidos entrecortados.

-Ahora debes calmarte, algo se podrá hacer, pero debemos pensar con calma. Supongo que Miguel está muy dolido por tu indiferencia. A lo mejor has dejado pasar demasiado tiempo sin decidirte. Pero a pesar de todo yo creo que no está todo perdido. Miguel ha obrado impulsado por la desilusión y estoy segura de que dentro de un tiempo lo verá todo de otra manera. No llores, Irene, todo se solucionará, ya verás.

La seguridad de Violeta consiguió calmar un poco mi desdicha. Mi amiga podía ser muy convincente cuando quería, era muy juiciosa y casi siempre estaba de buen humor. Fue mi mejor apoyo durante aquella época de incertidumbre que me tocó vivir.

.





No hay comentarios:

Publicar un comentario