domingo, 30 de junio de 2013

EL MALETÍN










Juan y Nacho esperaban cómodamente sentados en un banco del parque a que llegara por fin la hora de tomar el autobús que los había de llevar de vuelta a casa después de la dura jornada de instituto. Charlaban cansadamente sobre el difícil trabajo de literatura que tenían que entregar en unos días y sobre lo buena que estaba la nueva profesora de inglés. Eran casi las seis de la tarde y los hermosos jardines eran un hervidero de gente deseosa de tomar los primeros rayos de sol del verano. Una chica rubia, de cuerpo menudo y cara angelical, apareció como de la nada cargada con una enorme mochila, un maletín negro y la funda de lo que parecía un instrumento musical. Parecía cansada. Se sentó en un banco y suspiró. Posó los objetos que traía en sus manos, se sacó la mochila de la espalda y se entretuvo un rato revolviendo en su interior. Levantó la vista pensativa durante unos segundos, al cabo de los cuales cargó de nuevo la mochila a su espalda, tomó en sus manos el chelo que casi era más grande que ella y se fue, olvidándose el maletín negro....¿o no se lo había olvidado?

     Juan dio un codazo a Nacho.

    -¿Has visto eso, amigo?

    -¿El qué?

    -La rubia esa que se sentó en el banco de en frente.

    -Ya, estaba buena ¿eh?

    -No jolín, no me refiero a si estaba buena o no. ¿No has visto lo que se ha dejado ahí, junto al banco?

    Nacho miró hacia donde su amigo le indicaba y vio el maletín negro.

   -Vaya, se le ha olvidado el maletín. Es mejor que lo llevemos a la oficina del guarda, seguro que viene a por él.

   -¡Ni hablar! ¿Estás loco? ¿Tú cómo sabes que se lo ha olvidado? A lo mejor lo dejó ahí adrede. Dios sabe lo qué contiene.

   -Bueno y a nosotros qué nos importa lo que contenga. Lo devolvemos y punto.

   -Nacho, a veces pareces tonto. ¿No te das cuenta de que puede ser un maletín explosivo? A lo mejor forma parte de un atentado. Debemos actuar con suma cautela.

   Nacho miró a su amigo y sonrió.

   -Juan, decididamente, estás como una  cabra. Creo que deberías de ver menos la televisión.

   -Pero vamos a ver tío, ¿no te fijaste que llevaba también una funda de un chelo? Es el escondite perfecto para un arma.

   -Por favor....

    En esa discusión se encontraban cuando un hombre bajito y barrigudo, medio calvo y con cara de mala leche, se acercó a ellos.

    -Eh, chicos - llamó su atención - ¿es vuestro este maletín negro?

    -No, no lo es - respondió Juan levantándose en seguida -una mujer rubia estuvo sentada en ese banco y lo ha dejado ahí.

    -Se le habrá olvidado.

    -Yo creo más bien que lo ha dejado a propósito - siguió diciendo el chico sumergido en su propia fantasía - debemos andar con ojo. Puede ser cualquier cosa.

    El viejo lo miró sorprendido.

    -Anda, pues tienes razón. No os mováis de aquí. Voy a buscar a algún responsable al que podáis contar lo que habéis visto.

   El hombre marchó murmurando a saber qué.

   -Ya la has liado, Juan -regañó Nacho.

   -De liarla nada, estamos haciendo lo correcto.

   Esperaron en silencio durante unos minutos, tras los que vieron acercarse a ellos al viejo gordo con un empleado del parque, de esos que se dedican a limpiar los jardines.

   -Ese maletín - decía el viejo - apareció ahí hace un rato, abandonado por una muchacha rubia. Estos chicos lo vieron todo.

     El empleado, vestido con un mono azul y con cara de tonto, se dirigió a los muchachos.

   - ¿Es eso cierto? ¿Qué habéis visto?

   -En realidad nada, sólo.....

    Juan no dejó proseguir a su compañero, él era el que realmente se había fijado en la jugada de la rubia.

   -Una muchacha rubia apareció por aquí, se sentó un rato en el banco y luego se fue dejando el maletín. Además llevaba una mochila cargada a la espalda y una funda de un chelo.

   -En esa funda escondía un arma, seguro - replicó el viejo.

   El empleado puso cara de preocupación

   -Es posible. Tendré que avisar a mis superiores. ¿Os fijasteis de dónde venía la muchacha?

   -La verdad es que no, señor. Pudo entrar por cualquiera de las entradas, pero yo juraría, a juzgar por la dirección que traían sus pasos, que hizo su entrada por la de arriba.

   El hombre se retiró sin decir nada, caminando muy aprisa. Alrededor del maletín se había arremolinado un pequeño grupo de curiosos.

   -¡No se acerquen! -ordenó el viejo - es probable que el maletín sea peligroso.

   -¿Peligroso? - preguntó una mujer con la cara muy pintada y vestida con abrigo de pieles - ¿No será un atentado? Seguro que es un atentado y no nos quieren decir nada.

    El grupo de gente comenzó a murmurar. A pesar del supuesto peligro el maletín, era tal su curiosidad que a ninguno se le ocurrió escapar de allí. Apareció entonces el guarda del parque. Venía muy excitado y hacia aspavientos con los brazos.

   -¡Apártense, apártense! ¿No se dan ustedes cuenta del peligro que pueden estar corriendo? A ver ¿qué ha pasado aquí?

    Juan contó por enésima vez lo que había visto. Esta vez lo adornó un poco. La rubia tenía cara siniestra, miraba constantemente hacia los lados, como si temiese que la vigilaran y todo lo hizo muy rápido. Su amigo lo miraba sin dar crédito a lo que estaba escuchando.

   -¿Podrías reconocerla si la vieras? -le preguntó el guarda.

   -Por supuesto que sí.

   -Venid conmigo.

   Llevó a los chicos a su oficina y les enseñó la foto de una peligrosa terrorista.

   -¿Puede ser esta?

   Juan la miró, se rascó la barbilla pensativo y finalmente dio su opinión.

   -No lo puedo afirmar con rotundidad, pero juraría que es ella con un noventa por cierto de posibilidades de acertar.

   -¿Y tú que dices muchacho? - preguntó de nuevo el guarda, esta vez a Nacho.

   El chico miró bien a foto y la conclusión a la que llegó fue  que estaba seguro al cien por cien de que aquella no era la chica que buscaban, pero se abstuvo de decir nada.

   -Yo es que en realidad...no pude apreciar con claridad sus facciones.

  -Bueno, si tu compañero dice que es esta yo debo creerle. Estamos ante un problema muy grave. Voy a llamar a la policía.

   Así lo hizo de inmediato.

   -Oiga ¿policía? Le llamo del parque Central, soy el guarda. Verán, ejem, es que hemos detectado un maletín al lado de uno de los bancos de la zona norte que puede ser peligroso.....Si,si, completamente abandonado........Un muchacho se fijó en que una mujer lo dejaba allí,  abandonado junto a un banco......Por supuesto, ya lo hice y uno de los muchachos la ha identificado como ella.......Por supuesto , lo haré.

    Colgó el teléfono con solemnidad, como si sintiera auténtico orgullo al estar viviendo una situación extraordinaria que tenía intención de manejar con tino.

   -Estarán aquí en unos minutos. Hay que acordonar la zona y cerrar las entradas del recinto para que nadie pueda entrar ni salir.

   A partir de aquel momento Juan y Nacho fueron totalmente ignorados. Ya no importaba lo que hubieran visto o no. Salieron de nuevo al exterior y se limitaron a observar.

    -¡Atención, señoras y señores! - vociferó el guarda  cual si estuviera presentando un programa de televisión - No quiero asustarlos, pero una terrorista muy peligrosa anda suelta y ha dejado en este parque un maletín de explosivos con la malévola intención de provocar un atentado. Van acordonar la zona, pero ustedes, de momento, no pueden abandonar el recinto. Tranquilidad, y tengan paciencia. La policía llegará en breves momentos.

    Ante las voces emitidas por el hombre el gentío era cada vez mayor. Se acercaban curiosos a saber qué estaba pasando.

   -¿Qué pasa aquí? - preguntó una muchacha con muy mala pinta.

   -Una terrorista anda suelta y un maletín está a punto de estallar- le informó una mujer con aspecto de muy cotilla que la miró de mala manera - ¿No será usted, verdad?

   -Anda y que te jodan - le contestó la chica alejándose del lugar.

    De repente las sirenas de la policía se dejaron oír en el exterior. Segundos después los idílicos jardines estaban tomados por una decena de hombres uniformados y armados hasta los dientes. Uno de ellos se acercó al maletín. Lo tomó con cuidado entre sus manos y lo acercó a su oreja, como si fuera una radio.

    -Sin duda alguna esto es peligroso. Tendremos que llamar a los artificieros para que desactiven los explosivos que hay aquí dentro, que seguro son muchos y muy destructivos. ¿Quién ha visto a la mujer que lo dejó aquí?

   Juan hizo ademán de contestar, pero se quedó en eso, en un ademán, porque la mujer con pinta de cotilla, que se sabía la historia sólo de oídas, pero que se sentía absoluta protagonista de la misma, se le adelantó.

    -Es esa terrorista tan buscada señor policía, yo misma la vi salir corriendo por la salida sur mirando a un lado y a otro, seguro que hasta ella misma se sabía sospechosa. Y llevaba una funda de un violín, donde, sin duda alguna, escondía una pistola. ¡Ay, Señor, qué cosas nos toca vivir!

     -Yo también la vi -manifestó un hombre de abrigo negro y sombrero de ala ancha- es más, yo juraría que en la mochila que cargaba a su espalda, se dibujaba la silueta de una ametralladora.

   Ante semejantes manifestaciones, el señor policía ordenó la presentación urgente de tres artificieros. Había que retirar el maletín de allí cuanto antes, pues no se sabía el momento preciso en que podía estallar. Asimismo dio la orden de buscar por los alrededores a una mujer rubia con las características que ya eran de sobras conocidas por todos. En cuanto llegaron los tres hombres, equipados con trajes especiales y con unas escafandras que les protegían de posibles detonaciones, se acercaron raudos al maletín. Lo tomaron con sumo cuidado, lo estudiaron, le aplicaron una serie de sofisticados aparatos y llegaron a la conclusión de que era peligrosísimo. Era preciso actuar con la máxima urgencia, pues la explosión se podía producir de un instante a otro. Justo cuando iban a proceder a su apertura, otro policía se acercó a ellos. Hablaron durante un rato. Los curiosos eran ahora bastantes más que al principio, todos con cierto afán de protagonismo que les hacía desafiar al peligro. Entonces ocurrió lo inesperado. La "terrible terrorista rubia" que todos esperaban apareció acompañada del inspector. Todas las miradas se concentraron en ella. Su cara asustada y sus ojos asombrados hablaban por sí solos.

   -Yo solo venía....a recoger mi maletín de partituras. Tengo examen en el conservatorio y sin ellas no me dejan presentarme.

    Ante el asombro de todos los presentes, la chica cogió su maletín, lo abrió para enseñar su contenido, lo volvió a cerrar y se fue por donde había llegado en medio del silencio sepulcral que se había adueñado del lugar. Al momento los curiosos comenzaron a dispersarse.

    -Desde luego la gente, se monta unas historias.....- exclamó Juan.

    -Y que lo digas, tío.

    -Y encima ahora en casa me regañarán por llegar tarde.

    -Pues no les cuentes nada de esto, porque no te creerán.

    -¿Qué les podemos decir?

    Los dos amigos salieron del parque rumbo a la estación de autobuses, mientras se inventaban otra historia para contar en casa, una historia en la que, por supuesto, el protagonista no fuera ningún maletín.