jueves, 26 de noviembre de 2020

Quince años y un secreto - Capítulo 36

 





Aquella primavera, cuando se acercaban las vacaciones de Semana Santa, Javier me propuso irnos de viaje. Todavía continuaba la lucha con Lola, a pesar de que ya estaban separados legalmente, pero ella se empeñaba en dar la lata de vez en cuando por las cuestiones más peregrinas. Así que Javier decidió que unos días se relax no nos vendrían mal y una tarde llegó a mi casa con un par de billetes para París.

-Cinco días en París cariño. ¿No te apetece?

-Pues....sí, pero a lo mejor no deberías haberte gastado tanto dinero. Sé que entre la separación y lo que se te ha llevado tu mujer...

-Eh, venga, no pienses en eso. Precisamente por todo lo que hemos pasado nos lo merecemos ¿no te parece?

Puede que tuviera razón, así que sin darle demasiadas vueltas al asunto, aunque su economía no fuera muy boyante, nos liamos la manta a la cabeza y nos fuimos a la ciudad de la luz. Íbamos contentos e ilusionados, más de repente al llegar allí las cosas comenzaron a cambiar. Fue el día que subimos a la torre Eiffel. Era de noche y la vista que se disfrutaba de la ciudad era absolutamente espectacular. Corría una ligera brisa y me arrimé a Javier para sentir más calor.

-Es maravillosa esta vista ¿verdad?

Le miré y le vi extraño, completamente serio, casi cabizbajo, triste. No contestó a mis palabras.

-Javier, ¿te pasa algo, cielo?

-Nada, cosas mías. No te preocupes.

Pero sí me preocupó, porque desde ese momento no volvió a ser el mismo. Se empeñaba en disimular su estado de ánimo, aparentando una alegría que yo sabía ficticia. No entendía el motivo de su tristeza, y menos sabiendo la ilusión con la que había preparado el viaje.

El día anterior a nuestro regreso visitamos Mont Martre. Y como siempre, Javier no mostraba ningún entusiasmo. Yo ya estaba un poco harta de sus silencios y de su humor, así que mi paciencia llegó al límite y se lo eché en cara.

-¿Pero se puede saber qué te pasa? Estoy empezando a estar harta de tu actitud. Se suponía que habíamos venido a París a descansar, pasárnoslo bien y disfrutar de la ciudad, pero tú te comportas como si te molestara todo, incluida yo misma.

-Lo siento, Irene, no te enfades, te juro que no va contigo la cosa, pero no puedo evitarlo.

-¿Qué? ¿qué es lo que no puedes evitar? A lo mejor tengo derecho a saberlo ¿no crees?

-¿Para qué? ¿No te iba a gustar?

-En todo caso el que me guste o no es algo que tengo que decidir yo misma. Javier, por favor, lo que no me gusta es verte así ¿qué ocurre?

Suspiró y se apoyó en la balconada.

-Lola y yo habíamos soñado con este viaje muchas veces. No sé por qué al verme aquí, sin ella.... me ha entrado una nostalgia que ni yo mismo comprendo.

Me hubiera gustado llorar, gritar, patalear, que me tragara la tierra o que me absorbieran las nubes. Pero como siempre, me dominé. Sin embargo supe que me tenía que retirar de la partida. Javier seguía enamorado de Lola, aunque durante todo aquel tiempo se lo hubiera negado a sí mismo.

-No me lo puedo creer – dije- Estoy harta de que esa mujer se meta constantemente en el medio de nosotros, así que me parece que la que sobra aquí soy yo.

-¿Lo ves? Te lo has tomado a la tremenda, es solo...

-No sigas hablando. Me voy.

Di media vuelta y hui. Escuché mi nombre saliendo a gritos de su boca una y otra vez, pero yo logré confundirme entre la multitud. Cuando llegué al hotel hice mi maleta y tomé un taxi al aeropuerto. El vuelo no salía hasta el día siguiente pero intenté cambiarlo y lo conseguí. Mi móvil no dejó de sonar. Cuando subí al avión lo apagué y con él apagué también parte de mi vida.

*

Llegué a España un día antes de lo previsto y sólo cuando me vi en casa fui capaz de dar rienda suelta a mis lágrimas. Fue un llanto de desahogo, de rabia, un llanto que buscaba aliviar mi ánimo, no regodearme en una tragedia inexistente. Siempre había tenido la fortaleza suficiente para remontar las dificultades y aquella vez no iba a ser diferente. No voy a decir que no lo sintiera, que no tuviera el corazón lastimado, claro que lo tenía. Además estaba comenzando a pensar que el amor era un sentimiento no apto para mí, pues por una cosa o por otra siempre terminaba sola.

Javier llegó al día siguiente y por supuesto vino a mi casa. Aunque tenía llave, me imaginé que no la iba a usar y cuando escuché el sonido del timbre supe que era él. No me hacía gracia tenerle en frente, pero era consciente de que la relación no podía terminar así y de que tarde o temprano tendríamos que hablar, y desde luego más valía temprano que tarde y dejar las cosas zanjadas de una vez.

Cuando abría la puerta quiso abrazarme, pero yo no le dejé.

-No, Javier, no estoy para historias. Pasa y hablemos, creo que hay muchas cosas que tenemos que aclarar.

-Estas siendo muy dura conmigo. Yo te quiero.

-Permíteme dudarlo. Anda, pasa. Supongo que estarás cansado del viaje. ¿Quieres que te prepare algo de comer?

-No, pero un té sí que me lo tomaría.

Pasó al salón mientras yo le preparaba su té en la cocina. Cuando estuvo listo y se lo serví, me dispuse a aclarar las cosas.

-Bien, Javier, creo que lo primero que debo hacer es pedirte disculpas por mi arrebato. Tal vez no debiera largarme de la manera que lo hice, pero comprenderás que tus palabras me dolieron mucho.

-Estás haciendo un drama dónde no lo hay. Conoces perfectamente mi situación con Lola, te he contado una y mil veces su desinterés hacia mí.

-Que ella tenga desinterés hacia ti no quiere decir que lo tengas tú hacia ella. Y si tantas veces habías planeado ese viaje a su lado podías haberte tomado la molestia de ir conmigo a otro lugar. Tú no la has dejado de querer, estoy segura de ello.

-Eso no es verdad.

-Mira Javier, lo de este viaje sólo ha sido la gota que colmó el vaso. Hace tiempo que no dejas de hablar de ella, que si Lola hace esto así o de esta otra manera. A lo mejor no te das cuenta, pero es así. Y yo no quiero estar con un hombre para tapar la ausencia de otra mujer. No te tomes esto como una tragedia porque no lo es.

-Hablas como si no te importara que lo nuestro terminara.

-Claro que me importa, me importa mucho. Me he pasado todos estos años queriendo a un hombre que no era sino una quimera. Un día apareció de nuevo en mi vida y creí recuperarlo pero no fue así y de pronto apareces tú y llenas esa vida de colores nuevos. No es plato de buen gusto darme cuenta de que también mi relación contigo ha sido solo una ilusión. Pero no me voy a pasar la vida llorando ni lamentándome.

-Irene, por favor, dame una oportunidad, solo una, para demostrarte que estás equivocada.

-No puedo hacerlo.

-Claro que puedes. Te lo pido por favor. Sólo una oportunidad. Te prometo que no volveré a mencionar a Lola, te lo juro.

Lloraba. Javier era un hombre hecho y derecho y lloraba amargamente. Me dio pena, sus ruegos y sus lágrimas me ablandaron el corazón. Y a pesar de que estaba casi segura de que lo nuestro no llegaría a buen puerto, accedí a sus deseos.

-No sé si debería. Pero lo voy a hacer. Una oportunidad, una sola.

*

Javier se esforzaba por quererme, por olvidar a Lola, por obviar su nombre cada vez que por cualquier motivo absurdo se le venía a la punta de la lengua. Yo me esforzaba por no darle importancia a aquellos pequeños detalles que demostraban la evidencia. Pero esa situación no podía ser eterna. Y un día se acabó de la forma más inesperada y brusca.

El verano comenzaba a apretar. El curso recién había terminado y yo planeaba irme a Madrid, durante unos días a visitar a Enriqueta y Ángel. No sabía si invitar a Javier a acompañarme o no. Por un lado lo deseaba, por otro no, pues su presencia me impediría hablar con libertad con mis amigos. Pero lo que ocurrió aquella noche me solucionó el problema.

Sonó el timbre. Apenas eran las diez de la noche y yo me estaba preparando algo de cenar. No esperaba a nadie, ni siquiera a Javier, que me había dicho que iría a Valencia con un compañero a mirar coches, pues el muchacho quería comprase uno. Cuando pegué el ojo a la mirilla no pude salir de mi asombro. Al otro lado de la puerta estaba Lola. No sabía si abrir o no y durante unos segundos me apoyé en la pared y puse mi mente a trabajar a mil por hora. No sabía lo que quería y tampoco me interesaba mucho. Pero tal vez lo mejor fuera terminar de una vez por todas con una situación que se estaba comenzando a hacer demasiado pesada. Así pues, abrí.

-Buenas noches Irene – saludó, mostrando su mejor sonrisa – Supongo que te sorprenderá mi visita.... ¿puedo pasar?

-No creo que sea buena idea – dije con firmeza y sin el menor atisbo de sonrisa – Tú y yo no tenemos nada que hablar.

Lola suspiró, como queriendo coger fuerzas, e insistió.

-Sí que tenemos que hablar, de veras. Además.... sé que no me porté bien contigo y me gustaría pedirte disculpas.

-No necesito tus disculpas, no me interesa nada de lo que puedas decirme, lo único que quiero es que nos dejes en paz, a Javi y a mí, él también tiene derecho a continuar su vida fuera de la tuya.

-Precisamente de eso quiero hablarte. En realidad lo que quiero decirte debería decírtelo él pero.... no es capaz.

Comencé a dudar. Realmente me parecía tener frente a mí a una persona normal y no a la chiflada que yo conocía. ¿Y si era cierto que Javi quería romper lo nuestro y no se atrevía a hacerlo? A lo mejor esa era la respuesta a su comportamiento de los últimos meses.

-Está bien, pasa. - accedí- Dime lo que tengas que decirme, por muy duro que sea, y vete.

Pasó a mi casa. Al principio pensé no llevarla más allá del recibidor, pero haciendo gala de buena educación, la pasé a la sala y la invité a tomar asiento. Cuando ambas estuvimos acomodadas empezó su relato.

-No sé muy bien cómo comenzar. Créeme que lo que he venido a decirte no es plato de buen gusto.

-¿Para quién? ¿Para ti o para mí? ¿Acaso vienes a decirme que Javier ha vuelto contigo?

No sé por qué le hice aquella pregunta, aunque en el fondo creo que sospechaba que la respuesta era afirmativa y que significaba el fin de muchas incógnitas.

-Sí, Irene, eso vengo a decirte. Verás, cuando Javier me dejó lo pasé muy mal y me dediqué a hacerle la vida imposible...bueno....qué voy a contarte que tú no sepas. Pero después, cuando me fui calmando, comprendí que yo había sido la causante de su marcha. Desde hace muchos años que el trabajo es mi principal preocupación y me ocupo muy poco de todo lo demás, incluido él. Así que decidí cambiar. Dejé el trabajo y comencé a tomarme la vida con más calma, de otra manera. Se lo dije a Javier, le pedí perdón y una nueva oportunidad para recuperar lo nuestro. Al principio se mostró reticente. Me dijo que te quería y que tú le dabas todo lo que yo le había estado negando durante aquellos últimos años. Incluso unos días después os marchabais de viaje a París, un viaje que habíamos planeado juntos miles de veces. Sin embargo, poco después de vuestro regreso, se presentó en mi casa y me dijo que había estado pensando mucho en mí, que le era muy difícil olvidarme. No me pedía que retomáramos lo nuestro, al contrario, venía a decirme que me alejara de su vida todo lo posible porque sólo de esa manera lograría olvidarme. Pero yo no hice caso, porque supe que era el momento para recuperar lo nuestro.

No voy a entrar en detalles, entre otras cosas porque no necesitas saberlos y pueden resultar....dolorosos. Pero debes saber que estamos juntos. Que ayer hemos ido al juzgado a solicitar la reconciliación y que Javier ya ha solicitado el traslado del colegio para volver a vivir conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario