martes, 19 de enero de 2021

Te esperaba desde siempre - Capítulo 12

 



Las semanas que siguieron al regreso del viaje a Portugal fueron extrañas para todos, porque todos, menos Natalia, guardaban dentro de sí un secreto que no podían o no querían compartir con los demás.

Pedro y Lucía retomaron su trabajo en el Instituto. No era fácil verse todos los días y no poder tocarse, ni darse una caricia o un beso, aunque fuera inocente. En su afán por disimular su relación se ignoraban tal vez demasiado, provocando que sus compañeros, en alguna ocasión, pensaran que estaban enojados. Pero mejor era eso que lo contrario. Su amor no podía salir a la luz hasta que el curso hubiera terminado y estuvieran en disposición de poder marchar de allí.

Jorge, por su parte, dudaba si contarle a Natalia lo que sabía sobre Pedro y Lucía. Pensaba a todas horas en el tema y su cabeza era un torbellino de ideas deshilachadas. Por momentos decidía una cosa y por momentos la contraria. Si no se atrevía a dar el paso era porque en realidad no estaba seguro de nada. Nada había visto con sus propios ojos, únicamente había escuchado sonidos en una habitación. Era posible que no fuera lo que él se pensaba y en ese caso provocaría un escándalo sin necesidad ninguna. Además, tampoco había visto salir a Pedro de aquel dormitorio y cuando por la mañana se había despertado, su amigo estaba allí, durmiendo plácidamente al otro lado del sofá cama. Necesitaba poner algo de claridad en todo aquel lío, para lo que tomó la determinación de investigar sutilmente por su cuenta. Si llegaba a la conclusión de que entre Lucía y Pedro había algo, entonces se lo contaría a Natalia.

Unos días más tarde recibió una carta cuyo remitente era la Universidad de Bolonia. Ya casi se le había olvidado que meses atrás había solicitado una beca de investigación sobre las enfermedades relacionadas con la vejez, así que abrió la carta con manos temblorosas, sabiendo que dentro de aquel sobre estaban marcados en gran medida los próximos años de su vida. En previsión de lo que pudiera pasar, había hecho un curso de italiano, por lo que fue capaz de leer y entender perfectamente lo que en la misiva se le comunicaba: que se le concedía la beca y que en el mes de julio debía comenzar sus trabajos en la Facultad de Medicina. Por un momento se le olvidó todo, incluso la traición que se estaba fraguando contra Natalia, mas al escuchar el sonido de la llave en la puerta, señal de que Lucía llegaba a casa, sus intenciones tomaron renovadas fuerzas y se dijo que tenía que pasar a la acción de una vez por todas.

Lucía entró en la cocina y le vio con la carta en la mano, visiblemente nervioso.

–¿Qué ocurre, Jorge? ¿Te comunican algo grave en esa carta? – le preguntó.

–¿Grave? No, que va. Es una excelente noticia. ¿Recuerdas que te comenté que había solicitado una beca de investigación en la Universidad de Bolonia? Pues me la han concedido. En Julio tengo que estar allí para comenzar mi nuevo trabajo.

–¡Vaya, eso es estupendo! – contestó la muchacha, a la vez que le abrazaba y le daba un beso de felicitación – Me alegro mucho por ti, de verdad. Es una gran oportunidad para crecer en tu profesión.

–Sí, claro que lo es. Pero bueno... aunque yo me marche tú puedes quedarte aquí, en la casa. Así me la cuidarás y no estará cerrada.

–No creo que lo haga. Si no estás tú es probable que regrese a Madrid. No quiero estar sola. Y allí todavía me queda algún amigo. Y ahora me he reconciliado con mi abuela.

No dejó de extrañarle a Jorge la naturalidad con la que Lucía hablaba de la posibilidad de regresar a Madrid. Había venido al pueblo huyendo de la capital, dejando atrás una vida marcada por la desventura de un amor fracasado y ahora, cuando todavía no había transcurrido un año, parecía no importarle demasiado volver a encontrarse con una pasado cuyo simple recuerdo siempre había evitado.

–Aquí también tienes amigos, sobre todo Natalia y Pedro. Ya sabes que nosotros cuatro somos familia.

–Sí, pero....

Lucía no sabía qué decir. La conversación la había tomado de improviso y además no le gustaba hablar de Pedro, le daba la impresión de que con sólo pronunciar su nombre el interlocutor que tenía delante iba a descubrir que le amaba, como si llevara escrita en la frente la palabra amor y ésta se accionara al nombrar a Pedro.

–¿Qué ocurre? – insistió Jorge – ¿Te ha pasado algo con ellos?

–Pues.... no, ¿qué habría de pasarme? – preguntó a su vez Lucía, que estaba comenzando a ponerse nerviosa y deseaba terminar con aquella conversación cuanto antes.

–No lo sé. A veces tengo la impresión de que estás molesta con Pedro. En nuestras cenas semanales pareces esquiva con él, apenas le diriges la palabra. ¿Sucedió algo cuando estuvisteis solos en Oporto?

Lucía comenzó a sospechar que Jorge quería sonsacarle algo. Le parecía que no era posible, pero le daba la impresión de que su amigo sabía cosas que ella ignoraba. Tal vez hubiera descubierto lo que existía entre Pedro y ella cuando estaban en Oporto. Tal vez una mirada, una sonrisa, alguna palabra, un roce involuntario... Habían intentado ser muy prudentes, pero puede que no lo consiguieran del todo y se les hubiera escapado alguna demostración de afecto inadecuada. Aún así, fueran lo que fueran las extrañas intenciones que Jorge parecía tener, no se iba a dejar amilanar por él.

–No sé a qué te refieres – contestó muy seria y con cierto malhumor – pero me gustaría que te dieras cuenta de que semejante pregunta puede resultar hasta ofensiva. ¿Insinúas que entre Pedro y yo hay algo más que una amistad?

–Lo siento, no era mi intención ofenderte, además mi pregunta no iba por ahí. Lo que quise decir es si os habíais enfadado por algo.

–No somos unos niños Jorge. No hay ningún enfado. No te montes películas, anda. Y ahora ¿qué te parece si preparamos la cena y abrimos una botellita de vino para celebrar la buena noticia?

Jorge asintió y se pusieron a ello. No sabía por qué pero la actitud de Lucía lo mosqueaba. La poca importancia que le dio a la posibilidad de su regreso a Madrid, el hacerse la ofendida ante la probabilidad de su relación con Pedro, aquel dar por zanjada la conversación con un drástico cambio de tema.... Jorge no sabía esclarecer bien el porqué, pero le daba la impresión de que la pose de Lucía era sólo eso, una pose, y que algo escondía detrás de su fingida inocencia.

*

–¿Qué te hace sospechar que sabe algo? – preguntó Pedro.

Pedro y Lucía descansaban metidos en la cama del pequeño hotel en el que habían pasado las últimas horas de la tarde. Así lo hacían siempre que Jorge y Natalia estaban de guardia. Después de hacer el amor Lucía le había comentado a Pedro su conversación con Jorge y le había hecho partícipe de sus sospechas. No sabía decir el motivo, pero tenía la impresión de que Jorge había intentado sonsacarla porque sabía algo sobre su relación.

–No sé decirte con exactitud. Pero lo cierto es que mientras hablábamos yo sentía una sensación extraña, como si me estuviera sometiendo a un interrogatorio. No sé, Pedro... pero a veces tengo miedo. Miedo a que esto nos estalle en la cara.

Pedro la abrazó más contra sí y la besó en la frente.

–No temas, Lucía. Ya falta poco para que todo esto termine. Cuando el curso toque a su fin marcharemos a Madrid, nos olvidaremos de todo y allí iniciaremos una nueva vida.

–Ya, todo eso suena muy bien, pero no dejo de pensar que nos estamos portando como unos hijos de.... con Natalia. Yo pasé por lo mismo, estuve en su lugar. Y créeme, no es agradable.

Pedro no dijo nada. Se limitó a acariciarle el pelo y mirar al techo pensativo. Puede que Lucía tuviera razón. Tal vez fuera mejor afrontar la situación y acabar con aquello cuanto antes.

*

Aquella misma noche el centro de salud estaba desierto, como casi todos los fines de semana, así que Natalia y Jorge charlaban tranquilamente en la consulta de él, tomando unos cafés recién sacados de la máquina que había en el vestíbulo. Natalia comentaba que desde hacía una temporada nada le salía bien, la operación de su madre, las vacaciones de semana santa frustradas y para colmo de males Pedro, al que algo ocurría pero no conseguía dilucidar el qué. Cuando Jorge escuchó a su amiga quejarse de su novio se puso alerta y quiso averiguar más.

–Dices que le ocurre algo pero.... ¿en qué sentido? ¿Qué cosas hace o no hace para que saques semejante conclusión?

–Más bien que no hace. Nada, no hace nada conmigo. Antes venía a mi rabo a todas partes, ahora no le apetece hacer nada, no quiere acompañarme ni al gimnasio, ni a tomar algo los fines de semana.... sólo acepta sin rechistar la cena de los sábados. Por no hacer ni siquiera hacemos el amor con la frecuencia de antes. Está raro. Tanto que a veces creo que esto se acaba, que lo pierdo.

–Y.... ¿desde cuándo lo notas así?

–Desde hace bastante tiempo. Quizá su desidia se acentuó desde las vacaciones en Oporto. Fue como si llegara de la ciudad desinflado.

Jorge supo entonces que sus sospechas eran ciertas. Y de nuevo le surgió la duda de si debía poner al corriente a Natalia de las mismas o dejarlo pasar.

–Lleváis muchos años juntos y yo siempre vi en vosotros la pareja perfecta. A lo mejor sólo es una crisis pasajera – dijo.

–No sé – repuso Natalia después de dar el último sorbo a su café, mientras tiraba el vaso plástico a la papelera – si no fuera él como es, incluso llegaría a pensar que tiene a otra.

–A lo mejor no es una idea tan descabellada – dijo Jorge sin pensarlo demasiado.

Natalia le miró con expresión interrogante en sus ojos y durante unos segundos intento leer el rostro de Jorge en busca de alguna respuesta, pero no la halló.

–¿Por qué dices eso? – le preguntó finalmente – ¿Sabes algo que yo ignoro?

Él se revolvió inquieto en su asiento. Todavía no tenía muy claro no estar metiendo la pata, pero se iba a arriesgar.

–Lo que te voy a decir no lo puedo asegurar cien por cien. Yo nunca les he visto en actitud amorosa, pero tengo la sospecha de que Pedro y Lucía se traen algo entre manos.

–¿Qué quieres decir?

–Que tienen un lío, Natalia.

La muchacha comenzó a repasar momentos guardados en su cerebro pero en ninguno pudo ver algo especial entre su novio y Lucía. Sin embargo conocía bien a Jorge y sabía que no lanzaría un bulo sin tener un motivo real para ello.

–Pero.... no puede ser. ¿Qué te lleva a pensar eso?

Jorge le contó el episodio vivido en Oporto, cuando se había despertado en medio de la noche y Pedro no estaba en la cama y al acercarse a la puerta de la habitación de Lucía creyó escuchar elocuentes sonidos en su interior.

–Es cierto que aquí jamás los he visto en actitud amorosa. En realidad allí tampoco, salvo lo que te acabo de contar.

Natalia se quedó pensativa mirando al frente. Ninguna mosquita muerta le iba a quitar al hombre que amaba.

–Pues habrá que tomar cartas en el asunto. A lo mejor ha llegado el momento de actuar.



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