lunes, 5 de abril de 2021

No sé por qué te quiero - Capítulo 12

 




La confesión de mi tía me dejó estupefacta. Suponía que la enemistad de las dos hermanas se debía a algún problema familiar, pero jamás pensé que tal problema fuera que mamá le robara el novio a Teresa, como me había comentado un día Teo. Comprendía el enfado de ésta pero... ¿hasta qué punto teníamos derecho a juzgar unos sentimientos que habían surgido porque sí? El amor es el sentimiento más caprichoso que existe, nadie puede dominarlo ni puede pararlo cuando ya ha surgido. Mi madre había optado por seguir adelante a costa de la felicidad de su hermana. Si hubiera hecho lo contrario, hubiera sacrificado su propia felicidad.

–Ahora ya sabes el porqué de todo. A veces pienso que estar enojada a estas alturas ya no tiene ningún sentido, incluso en algún momento de mi vida he llegado a creer que lo que hicieron tus padres fue lo normal que haría cualquier pareja que se ama. El amor no se puede dominar – repuso mi tía, haciéndose eco de mis propios pensamientos – pero lo cierto es que yo tampoco soy capaz de dominar mi irritación. Cuando ocurrió lo de tu padre y tu madre me llamó tuve claro que tenía que ayudaros, aunque ello supusiera un sacrificio para mí por tener que aguantar su presencia. Y además me alegré de que tu padre se hubiera muerto. Lo siento, pero es así.

–Te entiendo – dije al cabo de un rato – supongo que son situaciones.... extrañas, difíciles... qué sé yo.

–Pero quiero que sepas una cosa, Dunia. No me arrepiento de haberos acogido en mi casa, porque me alegro mucho de haberte conocido. Eres... eres como la hija que nunca tuve y además, aunque no debería pensar esto, es como si acercándome a ti, me acercara también un poquito a la persona que más quise en el mundo, y a la vez que más odié. Pero en ti sólo veo lo bueno que viví a su lado. Buf, creo que no estoy diciendo más que tonterías.

Teresa se secó con el dorso de la mano una lágrima traicionera que rodaba por su mejilla. Yo me acerqué a ella y la abracé. La verdad es que no sabía muy bien qué decir. Nunca me he considerado muy buena consolando a los demás, así que opté por callarme y sentir la calidez que emanaba de aquella mujer con la que sentía mucha más afinidad que con mi propia madre. Cuando recuperó la calma y volvió a sonreír me atreví a hacerle una pregunta que hacía tiempo rondaba mi cabeza.

–Teresa ¿Y quién es el padre de Teo?

–Algún donante anónimo – respondió ya con una sonrisa iluminando su rostro – Inseminación artificial. Siempre dije que no me quería perder la experiencia de ser madre. Y como no me apetecía estar con ningún hombre más, ni me apetece de momento, recurrí a una clínica de reproducción asistida. Y me ha salido guapo ¿verdad?

–Muy guapo – respondí – y muy buen chico.

–Te voy a contar un secreto – dijo bajando un poco la voz, a pesar de que nadie podía oírnos – si sabe que te lo he dicho me mata pero no me puedo resistir. Lo tienes enamorado.

–¿De verdad? – dije soltando una carcajada – Vaya, pues de aquí a unos años.... quién sabe. Seguramente me haría mucho más feliz que alguien que yo sé.

–Entonces... ¿Aún le quieres?

–No sé. Creo que no. Fue mi primer amor, mi amor de juventud y lo que ocurrió fue horrible. Lo que ahora deseo es darle su merecido. Pero a veces siento que en el fondo....

–Olvídale, Dunia. Olvídale y sé feliz.

Como si fuera tan fácil.

*

Un año después, cuando el verano llamaba de nuevo a la puerta, convencí a Teresa para que tanto ella como Teo se vinieran conmigo a Madrid a pasar unos días con mamá y su flamante esposo.

–Sé que no es la mejor época. En Madrid hace muchísimo calor, pero serán sólo unos días y creo que mi madre estará encantada de verte y... de que podáis recuperar el tiempo perdido, que creo que ya va siendo hora ¿no te parece?

Sí, también a ella le parecía, y empujada por el entusiasmo de su hijo, que veía Madrid como una aventura, una mañana de mediados de julio tomamos el tren rumbo a la capital. Mi madre ignoraba que llevaba compañía, así que cuando en la estación vio aparecer tal retahíla de gente se quedó confusa, con la vista clavada en aquella hermana de la que estaba tan cerca y tan lejos. No sé qué pasó por la mente de ambas en aquellos precisos instantes, pero lo cierto es que como si algún resorte secreto las empujara, se echaron la una en los brazos de la otra poniendo fin a tantos años de incomunicación, no voy a decir que sin sentido, pero sí que tal vez se hubiera convertido en un poco absurda con el paso del tiempo.

Así fue que mi madre y su hermana retomaron la relación que nunca debieron de haber abandonado, prometiéndose no volver a mencionar lo ocurrido, y mientras aquellas dos se dedicaban a reorganizar su vida y sus recuerdos, Teo y yo nos dedicamos a patear Madrid y a pasarlo bien. Yo había terminado mi carrera de enfermera y Teo en septiembre comenzaba sus estudios de ingeniería informática. Así que tanto uno como otro nos merecíamos un tiempo de descanso y de diversión, yo para relajarme del esfuerzo llevado a cabo en aquellos años y mi primo para tomar fuerzas y comenzar con buen ánimo sus estudios universitarios.

Teo se había convertido en un jovencito muy atractivo, aunque él no era muy consciente de ello. No mostraba interés especial por ninguna chica, a pesar de que en algún momento yo me había percatado de las miradas que le dirigían algunas muchachas de su grupo de amigos. Aquel verano, al abrigo del cielo de Madrid, en el que nunca se podían ver las estrellas, Teo me descubrió el motivo de su soledad. Tiempo atrás su madre me había contado en “petit comité” que mi primo decía estar enamorado de mí. Puede que enamorado sea una palabra demasiado fuerte para definir los sentimientos de Teo hacia mí, pero en todo caso sí que sentía algo parecido al amor, o tal vez fuera amor mismo en sus comienzos.

Los iniciales diez días que íbamos a pasar en Madrid se convirtieron en un mes. Mi madre y su hermana parecían querer recuperar el tiempo perdido y se pasaban tardes enteras tumbadas en el jardín, al borde de la piscina, hablando de sus cosas, desenterrando recuerdos y enterrando resentimientos. Mi primo y yo, como ya he dicho, nos dedicábamos a pasarlo bien. Recorrimos la ciudad y los alrededores y por las noches éramos nosotros los que nos apropiábamos del jardín y de las hamacas al borde de la piscina. Otras veces salíamos a dar una vuelta por la ciudad, disfrutando de las terrazas que en aquellas noches cálidas eran templo de los turistas a los que no importaban los calores sofocantes de la capital.

Una de aquellas noches, paseando, terminamos en el Templo de Debod, sentados al borde de uno de los estanques que lo rodeaban. Habíamos estado bebiendo un poco y nuestras mentes se encontraban ligeramente nubladas por el alcohol. Decíamos muchas tonterías y nos reíamos por todo. Yo nunca había visto a mi primo así, pues normalmente era un tipo bastante serio y comedido para su edad, así que debo reconocer que su hilaridad exagerada provocaba la mía de manera igualmente exagerada.

–No sabía que podías llegar a ser tan divertido, Teo – le dije – normalmente eres tan serio....

–¿Te parezco serio? ¿No te gustan los chicos serios?

Le miré fijamente a los ojos. Tenía unos expresivos ojos marrones sobre los que de vez en cuando se posaba un impertinente mechón de pelo liso que él se apartaba con un gesto de la cabeza. Me sentía muy bien a su lado, siempre había sido así.

–Depende. Supongo que me gustan que sean serios cuando lo tienen que ser y divertidos cuando toca. Como tú.

A pesar de la relativa oscuridad me pareció que se ruborizaba. Bajó su mirada hacia el suelo y sin dejar de mirarlo me preguntó.

–¿Ese “como tú” qué quiere decir?

–Pues que.... que me caes muy bien, que me gusta estar contigo, que a lo largo de estos días te estoy conociendo un poco más y me pareces un chico... maravilloso.

Teo tardó unos segundos en mirarme de frente y levantar la vista del suelo. Cuando lo hizo me sonrió levemente y a continuación me dio un suave beso en los labios. Yo me sentí desconcertada. No me esperaba aquel efusivo gesto de cariño y no deseaba que mi primo se hiciera ilusiones conmigo. Me sentía muy a gusto a su lado pero nada más

–Teo yo.....

–Lo siento – se apresuró a contestar sin dejarme terminar mi frase – lo siento de verdad, fue un... un impulso. No te molestes, por favor.

–No, si no me molesto. Sólo que... no quiero que te hagas falsas ilusiones. Que considere que eres un tipo estupendo no quiere decir que esté enamorada de ti.

–Lo sé. Sé que todavía estás enamorada de Ginés ¿verdad?

–¿De Ginés? Claro que no. No estoy enamorada de nadie. Lo que sí puedo asegurarte es que hoy por hoy, ahora mismo, el chico con el que mejor me siento eres tú. Y ahora vámonos a casa, se está haciendo muy tarde.

Mi primo no dijo nada. Se limitó a levantarse y comenzar a caminar casi sin esperarme. Yo apuré los pasos y le alcancé. Cuando llegué a su altura le cogí de la mano y le di un beso fuerte en la mejilla. Él me miró sorprendido.

–Te quiero mucho, Teo. Dejemos que la vida fluya, quién sabe lo que puede ocurrir mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario