jueves, 8 de abril de 2021

No sé por qué te quiero - Capítulo 13

 



A principios de octubre Teo se fue a Santiago a comenzar su carrera y yo empecé a buscar trabajo. Tuve suerte. Por aquel entonces los que estudiábamos enfermería enseguida nos incorporábamos al mundo laboral. Me contrataron en una clínica de Vigo para cubrir una baja por maternidad y para allí me fui. A parte de inaugurar mi periplo laboral empecé igualmente la aventura de vivir sola, puesto que evidentemente no podría ir y venir a La Coruña todos los días. Y me gustó la experiencia. Me asenté en una rutina agradable. Trabajaba mucho y tenía poco tiempo libre, aunque en ocasiones acumulaba unos cuantos días por horas nocturnas. Cuando era así solía marchar a La Coruña.

Mi trabajo en Vigo duró justo hasta después de Navidad. Durante aquellos meses pensé mucho en Teo y nada en Ginés. El verano al lado de mi primo había sido fantástico, un verano hermoso que me dejó revuelta de sentimientos. El saber que él sentía algo por mí me hizo comenzar a plantearme, aún de forma casi involuntaria, la posibilidad de que llegara a haber algo entre nosotros. Y no me parecía mal, al contrario. Seguramente el amor de Teo haría borrar por completo de mi mente la amarga aventura con Ginés, y las ansias de venganza quedarían relegadas a un rincón de mi cabeza hasta desaparecer del todo. Teo ocupaba cada vez con más frecuencia la parte de mis pensamientos que se dedicaba al amor y su imagen me ayudaba a tejer unos sentimientos que poco a poco iban surgiendo en mi corazón casi sin querer.

Sin embargo las Navidades no vinieron cargadas de la dicha y la felicidad que todos nos deseamos. Una cosa era lo que yo pensaba y otra lo que la vida misma me tenía preparado, y en este caso, enterarme de que mi primo tonteaba con una media novia desmoronó mis ilusiones como se deshace un castillo de naipes al soplar. Y además ocurrió de la forma más tonta y casual, tal pareciera que la ciudad fuera pequeñísima y que me tuviera que tropezar por sus rincones a todo el mundo, igual que en su día había sucedido con Ginés.

Mi madre y su marido habían venido a pasar las Navidades con nosotros. A mamá se la veía feliz por haber recuperado parte de su vida y sobre todo por haber normalizado la relación con su hermana. Ambas por fin habían podido superar unos rencores que a aquellas alturas de la vida no tenían ningún sentido.

La tarde de Nochebuena, mientras mi tía Teresa se quedaba en casa ultimando los detalles de la cena, mamá y yo salimos a comprar los últimos regalos. Cuando por fin los tuvimos todos, nos metimos en una cafetería a tomar un café y a descansar un poco de aquella tarde de compras y locura que yo odiaba. Fue mi madre la que los vio, en una esquina algo apartada, un grupo de chicos y chicas que se divertían charlando y riendo.

–Oye Dunia, ¿No es aquel tu primo Teo? ¿Aquel que esta abrazando a la muchacha rubia de pelo corto? – preguntó mi madre con la taza a medio camino hacia su boca.

Miré hacia dónde ella lo hacía y allí le vi, en medio del grupo. Efectivamente abrazaba por la cintura a una chica menuda a la que de vez en cuando hacía arrumacos y besaba en los labios. Suspiré e intenté disimular mi decepción.

–Pues sí, es Teo, mamá.

–¿Sabías que tenía novia? Como a ti te cuenta todo....

–Pues no, no lo sabía, pero bueno es normal, está en la edad, ya tiene dieciocho años.

–Sí, sí, claro.... lo que pasa es que yo siempre pensé que le gustabas tú.

Miré a mi madre con cara de circunstancia sin saber qué decirle. No le iba a confesar mi atracción por Teo, ni tampoco mi pequeña frustración. Me limité a sonreír y encogerme de hombros.

–Yo también – dije finalmente – Pero supongo que le deslumbré momentáneamente. Además somos primos.

–¿Y eso qué? Oye ¿Crees que le gustará a tu tía lo que le compré?

Mamá cambió radicalmente de conversación e igualmente yo cambié el chip y me sumergí en hablar de regalos y demás, después de echar una última mirada a mi amor frustrado y ver como le daba un piquito a su dulce muñequita rubia.

Aquella noche, durante la cena, mi madre le dijo a Teo que le habíamos visto aquella tarde en la cafetería. Él se puso rojo como un tomate y me miró de reojo.

–Estabas con una chiquita rubia muy mona – soltó mi madre haciendo gala de una completa indiscreción – ¿Es tu novia?

A mi primo se le notaba a las leguas que no sabía dónde meterse. Su madre le miraba divertida y yo bajé la vista hacia mi plato y comencé a juguetear con los restos del pavo asado esperando su contestación.

–Bueno... es una amiga.... especial.

–¿Y dónde la conociste? ¿En la facultad?

Le lancé a mi madre una mirada asesina. Parecía no darse cuenta de que el chico se sentía incómodo ante tanto interrogatorio.

–Mamá, anda, déjalo ya, que estás poniendo nervioso al muchacho – le dije.

Mi madre cesó en sus preguntas y el resto de la cena transcurrió en un ambiente alegre y distendido, aunque Teo de vez en cuando me miraba con una expresión de culpa en la mirada, como si tener novia fuera una afrenta a mi persona. No me dijo nada directamente, pero es cierto que su actitud para conmigo ya no fue la misma de siempre, fundamentalmente porque hasta entonces solíamos salir mucho juntos y aquellas Navidades él se movió a su aire y yo al mío.

Mi madre y su marido regresaron a Madrid al día siguiente a Navidad. En principio no teníamos pensado vernos de nuevo hasta más adelante, pero como el fin de año no pintaba demasiado divertido, puesto que todas mis amigas tenían sus planes y Teo era evidente que ya no contaba conmigo para sus ratos de ocio, decidí marchar yo también a la capital, así visitaría a mis antiguos amigos, me evadiría un poco de mi pequeña decepción y seguramente encontraría algún plan divertido para pasar el fin de año.

El día de mi partida, mientras preparaba mi maleta en silencio, mi primo se apoyó en el quicio de la puerta de mi dormitorio y me dijo:

–¿Por qué te vas? No tenías pensado marchar ¿no?

–No, no tenía pensado marchar, pero como las perspectivas de diversión aquí no son muy halagüeñas, he decidido pasar unos días en Madrid, visitar a mis amigos y... bueno, encontraré un plan para salir.

–Aquí podrías salir conmigo y con mis amigos.

Le miré con cara de circunstancias. Hablaba destilando culpa por los poros de su piel, algo que no tenía razón de ser. Estaba muy claro que era libre de querer a otra que no fuera yo.

–No conozco mucho a tus amigos, nunca he salido con vosotros y no me sentiría cómoda. Además tú tienes a quién atender y yo no sería más que un estorbo.

–Lola no es mi novia, es sólo una amiga. Y estoy segura de que no le importaría que vinieras.

Teo entró en mi cuarto y se sentó en la cama, al lado de la maleta que yo estaba empacando.

–De verdad, Dunia, no es mi novia – insistió.

Coloqué mi jersey de lana rojo en la maleta y me senté al lado de mi primo.

–No me tienes que dar explicaciones – le dije – pero yo vi como la besabas. No tienes por qué ocultarlo tampoco. Es normal que te guste una chica, digo yo.

Se echó en la cama y yo me eché a su lado, como habíamos hecho infinidad de veces a lo largo de aquellos tres años largos que vivíamos juntos. Así, de aquella guisa, nos podíamos pasar horas hablando.

–Es que no sé si me gusta. Bueno sí, me gusta, pero es que también me sigues gustando tú.

Se giró hacia mí y acarició mi cara. Yo me incorporé. No deseaba que pasara nada que no debiera pasar. No quería ser ninguna tentación para mi primo, quizá lo más conveniente fuera que se centrara en aquella chica y se olvidará de mí, porque era posible que yo, aunque el tiempo fuera mitigando el dolor, y la sed de venganza se volviera más liviana, todavía tuviera en la cabeza a Ginés, no en el sentido de amarlo todavía, sino en el de poder encontrar a alguien que me deslumbrara de misma manera que había hecho él. Posiblemente era bastante estúpida, pero a aquellas alturas de mi vida todavía pensaba que podía encontrar un príncipe azul.

–Bah, esa chica es mucho más guapa que yo – dije mientras intentaba cerrar la cremallera de mi maleta sin mucho éxito –.Y seguro que más simpática y además podrás estar mucho más con ella que conmigo. ¿Estudia en Santiago?

–No, es la hermana de un amigo, de Roi, ¿le conoces? – negué con la cabeza.

–Bueno es lo mismo. Hace tiempo que él me había dicho que ella estaba por mí y un día nos besamos y.... surgió todo el rollo. Pero yo no estoy muy seguro.

Vacié un poco mi maleta y me senté de nuevo al lado de mi primo. Tiré de él para que se incorporara de la cama y quedó sentado a mi lado. Le aparté aquel mechón de pelo rebelde que siempre se le ponía delante de la frente, le acaricié la mejilla y le di un suave beso en los labios.

–Eres un cielo, Teo. Creo que uno de los mejores chicos que he conocido. No te machaques mucho la cabeza y deja que las cosas vayan fluyendo. Si estás a gusto con ella, adelante. El tiempo dirá cuál es vuestro camino. Ahora bien, no la engañes, no dejes que piense que sientes por ella algo que en realidad no sientes

–Pero ¿yo te gusto? Aunque sea sólo un poco.

Dudé unos instantes qué responderle, pero al final opté por decirle la verdad.

–Me gustas, me caes bien, me siento bien contigo... pero tú tienes que seguir tu camino sin pensar en lo que yo sienta o no por tí.

Y cogiendo mi maleta salí de la casa, tomé un taxi hasta la estación de autobuses y me fui a Madrid.


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