viernes, 11 de junio de 2021

No sé por qué te quiero - Capítulo 33

 


–No entiendo cómo puedes seguir enamorada de ese tipo – me dijo Marcelo en cuanto terminé de relatarle mi peripecia amorosa con Ginés.

–A veces yo tampoco lo entiendo – repuse – pero lo cierto es que sigo enamorada de él como una idiota. Y desde luego lo que menos me esperaba era que fuera el novio de Lidia. Sabía que salía con una chica pero nada más. Créeme que lo que más deseo es olvidarle. Pero parece que la vida se empeña en lo contrario ¿Y ahora qué hago? ¿Disimular y hacer como que no le conozco para siempre? No puedo estar así toda la vida y tampoco me gustaría perder la amistad de Lidia. ¡Vaya mierda!

Marcelo me miraba con la curiosidad reflejada en sus ojos. Supongo que estaría alucinando de que una desconocida le contara su vida. Estaba siendo una primera toma de contacto bastante original y subrealista.

–No sé por qué te cuento todo esto – le dije mirándole con pena.

–La verdad es que no me esperaba nada parecido – me dijo sonriendo –. Cuando Lidia me dijo que me quería presentar una amiga que me iba a gustar mucho me imaginé que la noche terminaría de otra forma. Pero ha merecido la pena. Desde siempre sospeché que ese tipo no era trigo limpio.

–No exageres, Marcelo. Las cosas tampoco son así. Ginés es un buen muchacho, a pesar de los excesos del pasado. Su accidente hizo que cambiara mucho. Y yo me porté con él como una verdadera estúpida. Como cuando la lentitud de la justicia hace que vaya a la cárcel quien ya está reformado de los errores del pasado, así hice yo. Actué a destiempo y le perdí. Y ahora la vida me lo devuelve cuando ya no tengo nada qué hacer.

–A lo mejor deberías dejar las cosas como están y no descubrir nada. Además, ahora que nos hemos conocido... es posible que podamos llegar a algo – me guiñó un ojo y se levantó del sofá, dispuesto a marcharse. Me caía bien.

–Es posible – le respondí sonriendo – ¿Me llevarás a Buenos Aires contigo? No habrá mejor manera de olvidar.

–Si te llevo a Buenos Aires, tendrás que tener ya todo olvidado. Bueno, Dunia. Espero que todo se arregle de la mejor manera posible. Yo no le diré nada a mi prima. Mañana me voy a Santiago, pero vengo casi todos los fines de semana, así que nos veremos pronto.

Cuando cerré la puerta me quedé un rato apoyada sobre ella. Menudo lío en que se había convertido mi vida en apenas unas horas.

*

Los días siguientes en el trabajo fueron un poco extraños, al menos para mí. Intentaba portarme con Lidia de la forma más normal posible, aunque cuando en cualquier conversación ella traía a colación la cena del sábado yo intentaba evitar el tema.

La tarde del jueves, cuando salí de trabajar, ella me esperaba a la puerta del hospital. Hacía una tarde noche estupenda y había acudido a buscarme por si me apetecía ir juntas a tomar algo. Accedí, como siempre, aunque cuando me dijo que debía pasar antes por el trabajo de su novio a dejarle no sé qué, yo me sentí un poco incómoda, pero no me quedó más remedio que acompañarla. Finalmente, al llegar, le dije que yo la esperaría en la calle, pero no pudo ser, insistió en que tenía que subir con ella y no pude dejar de hacerlo. Subí con miedo. Era posible que en el despacho estuviera también el padre de Ginés y que llegara a reconocerme, entonces sí que se armaría una buena. Tuve suerte y no estaba, en realidad no estaba nadie, solo él, Ginés, trabajando afanosamente como si no existiera un mañana. Me miró con recelo después de saludarme con una cortesía fría y fingida. Él y Lidia hablaron durante un momento, al cabo del cual nos marchamos. Cuando caminábamos por el corto pasillo podía sentir la mirada de Ginés sobre mi espalda. Antes de salir del piso volví la vista atrás y le miré. Él también lo hacía, fijamente. Y en ese momento supe que se avecinaba una fuerte tormenta que iba a desestabilizar los cimientos de la vida de todos los que estábamos allí.

Comenzó aquella misma noche, cuando estando yo a punto de acostarme sonó el timbre. Eran casi las once y media y me asusté. Al principio pensé que podía haber ocurrido algo a mi familia, pero cuando acerqué el ojo a la mirilla pude ver a Ginés con gesto impaciente. En el fondo sabía que aquel momento tenía que llegar así que me armé de valor y abrí la puerta. Cuando nos vimos frente a frente nos mantuvimos unos segundos en silencio, como si no supiéramos qué decir, hasta que yo rompí el hielo.

–Hola Ginés – dije.

–Hola, Dunia. ¿Puedo pasar? Me gustaría hablar un rato contigo.

Le franqueé la entrada y lo conduje a la salita. Nos sentamos en unos sofás, uno frente al otro y le ofrecí algo para tomar, ofrecimiento que rechazó.

–No quiero hacerte perder mucho tiempo. Y además voy a ir al grano. No sé cuáles son tus intenciones, pero me gustaría que te alejaras de Lidia.

–¿Puedo preguntarte el motivo?

Una media sonrisa burlona se dibujó en su rostro, como si con ella pretendiera hacerme ver que yo era una estúpida que hacía preguntas igualmente estúpidas.

–Está muy claro, porque no quiero verte. Me molesta tu presencia.

Sabía que quería hacerme daño con sus palabras, pero no lo estaba consiguiendo porque durante mi trato con Ginés había llegado a conocerlo bien y sabía que en el fondo estaba mintiendo. No le molestaba mi presencia, puede que le alterara, pero no le molestaba. Ginés tenía miedo a enamorarse de nuevo de mí como yo lo tenía a caer de nuevo en sus brazos. Si Lidia no existiera no hubiera pasado nada, pero con ella por el medio....

–Yo tampoco quiero verte a ti. Pero no por ello voy a perder la amistad con Lidia. Es una buena chica y yo la aprecio – contesté firmemente.

–Pero tú sabias que ella y yo estábamos saliendo y....

Se estaba alterando un poco y comenzaba a decir tonterías. Yo estaba cansada y no tenía ganas de pelear con él, así que preferí zanjar la conversación.

–No, no lo sabía. No te creas el centro del mundo, Ginés. Desde que volví de Portugal no supe nada de tu vida y por supuesto no me ocupé en preguntar, y cuando conocí a Lidia solo me dijo que tenía novio pero no que eras tú, evidentemente. Así que mira.... no son horas para hablar estas cosas. Estoy cansada y me apetece meterme en la cama. Te rogaría que te fueras. No voy a dejar de ser amiga de tu novia. Si no te gusta, te aguantas. Lo único que te prometo es que intentaré no estar cuando tú estés. Te ahorraré un mal trago y de paso me lo ahorraré yo misma.

Me miró con expresión furiosa, pero no replicó. Se limitó a levantarse y salir de la casa. No hizo falta que lo acompañara, encontró él solo la puerta de salida.

Aquel fin de semana mi tía Teresa me invitó a cenar el sábado por la noche. De vez en cuando disfrutábamos de aquellas sesiones de cena, vino y cafés durante las que nos poníamos al día de nuestras vidas o simplemente recordábamos, o nos contábamos lo que fuera. En medio de la charla me preguntó qué tal me había ido en la cena con Lidia y su novio.

–Muy bien – respondí – teniendo en cuenta que su novio es Ginés... puedes imaginarte.

A Teresa se le congeló la sonrisa en los labios.

–No me jodas – dijo.

–Sí, hija, sí. La vida es un cúmulo de casualidades, unas buenas, y otras malas. Mi situación actual es el perfecto ejemplo. Todos estos meses intentando no saber nada de él y de pronto aparece como el novio de mi nueva amiga. Cojonudo.

–¿Y qué piensas hacer?

–No sé – respondí encogiéndome de hombros.

–¿Aún le quieres?

Miré a mi tía y suspiré antes de comenzar a hablar. No iba a engañarla, no tenía sentido. Además Teresa era y sigue siendo de las que no se dejan engañar

-Supongo que sí. Y creo que él a mí también – suspiré profundamente antes de seguir hablando –. No empezamos con buen pie y los dos hemos cometido muchos errores. Ni él se ha portado bien conmigo ni yo con él, pero también nos hemos querido. Podríamos haberlo recuperado pero ahora hay una persona por medio. Lidia es una buena chica.

–Tienes razón. Cuando hay una tercera persona alguno siempre va a perder. Pero a lo mejor tiene que asumirlo. No estás en una tesitura fácil, Dunia, pero yo soy de las que creen que hay que luchar por el amor, sin duda alguna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario