sábado, 14 de marzo de 2015

HOTEL VILLA PARAÍSO


Hacía tiempo que no venía por la ciudad, y sin embargo esta tarde, cuando de nuevo entré en el pequeño hotel, fue como sentirme de nuevo en mi casa. Lo descubrí un día por casualidad. Me gustó su fachada caleada en un blanco inmaculado, sus ventanas perfectamente cuadriculadas arropadas por graciosas cortinas de encaje, su pintoresco nombre grabado discretamente en una placa metálica colocada sobre la puerta de entrada, su ambiente cálido y acogedor... y sobre todo me gusta Sebastián, uno de sus recepcionistas, un morenazo joven, mucho más joven que yo, con unos enormes ojos negros y un cuerpo que se adivina de escándalo debajo del elegante y sobrio traje oscuro que viste como uniforme. Todo un placer para la VISTA.
Me alegró encontrarlo detrás del mostrador de recepción y después de actuar con la mayor discreción del mundo, casi como si nunca nos hubiéramos visto, nos sonreímos imperceptiblemente mientras yo comenzaba a subir las escaleras que me conducirían a mi habitación. Una vez allí no me entretuve ni en deshacer mi pequeña maleta. Estaba cansada y me tiré en la cama con la intención de echar una pequeña siesta antes de bajar a cenar. Pero entonces comenzó la fiesta.
Los sonidos procedían de la habitación de al lado. Se ESCUCHABAN claramente, tanto que casi parecía que la pared que nos separaba era de papel. Aquella mujer se deshacía en suspiros y pedía más con voz casi desgarradora. Mis intenciones de descansar se disiparon por arte de magia. Era mucho más interesante lo que ocurría en aquel cuarto que, junto con mi imaginación calenturienta, estaban despertando mis bajos instintos sin que yo pudiera, ni quisiera, hacer nada por aplacarlos. Me vi retozando en aquella cama con Sebastián, sintiendo el TACTO de sus dedos recorriendo cada centímetro de mi piel, su boca de labios gruesos y lascivos SABOREANDO el fruto jugoso de mi intimidad. Ya una vez había estado a punto de ocurrir, durante mi última estancia en el hotel, cuando el muchacho me subió la cena al cuarto y paseó su mirada por mi cuerpo recién salido de la ducha, envuelto en una suave toalla de algodón blanco. Supe que sólo sería necesario un mínimo gesto por mi parte para que tanto uno como otro nos decidiéramos a dar rienda suelta a la pasión contenida. Pero en el último instante, no sé bien por qué, me contuve y me comporté como una buena chica. Después de arrepentí. Es tan aburrido ser siempre buena....
Así que esta tarde me dije que de buena nada. En esta vida hay que disfrutar los momentos que se presentan de la forma en que se presenten, y si a mí se me ponía en bandeja echar un polvo, disculpen la expresión, con un treintañero guapísimo con un cuerpo más que sugerente... pues qué quieren que les diga, que no me dio la gana de desperdiciar la ocasión.
Tomé el teléfono y llamé a recepción. A pesar de que sólo había escuchado su voz en tres o cuatro ocasiones, la reconocí en seguida. Le pedí que me subiera a la habitación una jarra de agua con mucho hielo y no pasaron ni tres minutos cuando sonaron unos golpecitos suaves en la puerta. Cuando la abrí allí estaba él, sosteniendo la jarra de agua y mirándome con aquellos ojos negros como el carbón. Le hice pasar y no le di tiempo a nada. Le saqué la jarra de las manos y de inmediato le abracé y le besé en el cuello. OLER su perfume con esencia a madera acabó de excitarme y de un empujón lo tiré en la cama. La expresión de sorpresa en su cara le duró apenas unos segundos, luego se relajó y se dejó hacer... como a mí me gusta.
No voy a entrar en detalles, no creo que sea necesario, únicamente decir que nuestra sesión sexual se prolongo hasta bien entrada la noche y fue plenamente satisfactoria, yo diría incluso que agotadora. Convertimos este cuarto de hotel en lo que su nombre indica, un paraíso, sexual, por supuesto. Ahora voy llamar a mi marido para decirle que he llegado bien y desearle buenas noches y después debo descansar. Mañana tengo trabajo.

Por cierto, no me he presentado, me llamo Virtudes González, soy teóloga y mañana doy una conferencia en el Paraninfo de la Universidad sobre la castidad de las santas mujeres durante la Edad Media. Ya sé lo que están pensando pero qué le vamos a hacer. Yo soy así, todo pasión. Y la vida, no lo duden, está plagada de contradicciones.

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