domingo, 19 de julio de 2015

TERAPIA




Ana se levantó de la silla y cogió el bolígrafo de encima de la mesa. Le gustaba juguetear con algo entre las manos mientras escuchaba a sus pacientes y el que tocaba ahora ya estaba comodamente recostado en el sillón, dispuesto a hablar. Ana se apoyó en la mesa y lo animó a comenzar.
-Pues verá, señorita, lo que a mi me pasa es que veo misiones.
Ana echó un vistazo a la ficha de su paciente antes de contestar. Balbino Lopez del Valle, setenta y siete años, militar jubilado. Sus familiares decían que se le iba la cabeza.
-¿Misiones? - preguntó finalmente - ¿no serán visiones?
-No, no, he dicho misiones y es así. Pero déjeme que me explique, sólo así podrá usted entender la magnitud de mi problema.
-Hable pues, soy toda oídos.
-Verá señorita, yo estuve viviendo hace muchos años en Fernando Poo. Allá emigraron mis padres y como es lógico me llevaron con ellos. Yo era muy pequeño, debía de tener unos cinco o seis años, pero a pesar de mi infancia recuerdo con nitidez que el país estaba lleno de negros, había negros por todas partes, en la calle, en los bares, en los edificios oficiales... pero a pesar de ser negros se comportaban como nosotros, y tenían una forma de vida parecida a la nuestra.
-¿A qué se refiere cuándo dice que se comportaban como nosotros? ¿Quiénes son “nosotros”?- preguntó la psiquiatra.
-Pues nosotros, los blancos, las personas normales. Me refiero a que ellos también eran normales, gente corriente y no salvajes a los que hubiera que evangelizar. Pero tenían un gran defecto y es que eran un poco brujos, y practicaban la magia negra sin el menor pudor. A mi me la aplicaron al día siguiente de mi muerte y consiguieron resucitarme.
Ana suspiró y confirmó sus sospechas. Aquel pobre hombre estaba como una chota. Quedaba por ver el tipo de demencia que padecía, tal vez un alzheimer, aunque no lo tenía muy claro.
-Me puse muy enfermo, con unas fiebres altísimas y me sobrevino la muerte casi de improviso, sin que ningún médico pudiera hacer nada por mi vida. Mi madre, desesperada, acudió a un mago, el cual puso en marcha sus sortilegios y me volvió a la vida, y con una particularidad, podía ver cosas, el futuro, el pasado de las personas, los presentes paralelos.... todo. Debo decir que durante toda mi vida procuré no hacer uso de mis facultades, que dicho sea de paso no me hacían demasiada gracia, pero ahora, ya pasada cierta edad, debe ser que mi mente no puede luchar contra sus propios atributos y las situaciones me vienen a la cabeza con mucha claridad. Desde hace unas semanas veo misiones, misiones en las que son los negros de Fernando Poo los que tratan de evangelizar a los blancos con el budú. Y siento que debo ir allí para impedirlo.
-¿Allí a dónde?
-A Fernando Poo, por supuesto.
-Ya... Balbino ¿usted sabe quién soy yo?
-Por supuesto, usted es la funcionaria que me va a arreglar los papeles para que yo pueda emigrar de nuevo y evitar esa evangelización estúpida. ¿No es así?
-Así es. Puede marcharse Balbino, la semana próxima le espero a esta misma hora. Tendrá sus papeles arreglados.
Balbino salió de la consulta deshaciéndose en agradecimientos. Ana apuntó en su libreta el previsible diagnóstico y se dispuso a escuchar las estupideces del siguiente paciente.



2 comentarios:

  1. Muy bueno, Gloria. Aunque te digo que, a mí que soy psicólogo, encontrarme con una psiquiatra como esta me removió mis más antiguos recelos. Lamentablemente, hay muchos de estos en la vida real. Pobres Balbinos! Muy bueno, un abrazo.

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