jueves, 16 de julio de 2015

LA CITA



Sentado frente a la barra de un bar, Pablo se llevó a la boca su vaso de cerveza y se ajustó las gafas. Necesitaba ver bien, con claridad, más que ninguna otra vez en su vida. Y lo cierto es que le hacía falta aumentar la graduación de sus lentes, pues hacía tiempo que una leve neblina amenazante difuminaba las imágenes que osaban cruzarse en su camino, pero entre su propia coquetería, y que no tenía la economía para dispendios, mal que bien tiraba con las que tenía. Así que esa tarde debería hacer un esfuerzo extraordinario para ver con claridad, ya se sabe, una cita a ciegas no se tiene todos los días.
Había conocido a Miriam por internet unas semanas atrás, en uno de esos chats en los que la gente se lanzaba a hablar de todo un poco, sobre todo de guarradas, aunque él no iba son semejantes intenciones. Lo único que quería era conocer a alguien con quien compartir intereses comunes y como era tan tímido y en el mundo real le costaba lo inimaginable.... el anonimato del chat era lo mejor para darle soltura a su lengua.
Miriam era una muchacha agradable, educada, correcta, que buscaba lo mismo que él, amistad y charla, que era lo que habían tenido a lo largo de aquellos días, pero finalmente había llegado el momento de conocerse personalmente, no podía ser de otra forma si querían dar un paso más. Habían quedado en aquel bar y aunque no se habían visto nunca sabían que se conocerían a primera vista. Pablo llevaría una camisa blanca y un jersey azul sobre la espalda. Miriam, un vestido rojo. Y en eso estaba el muchacho, atento a cualquier mancha roja que entrara por la puerta. De pronto apareció. La puerta se abrió y una muchacha de aspecto descuidado y voluminoso entró en la cafetería empujando el carrito de un niño. Su vestido era de un encarnado subido. Pablo se ajustó las gafas mientras el corazón le latía a cien por hora. Miriam no le había dicho que tuviera un hijo y semejante ocultamiento no le gustaba un pelo. Si empezábamos con falta de sinceridad mal habíamos de terminar. Mas cuando la muchacha se iba acercando y Pablo se iba fijando en sus atributos físicos supo que no iba a haber relación alguna. La chica, aparte de un tremendo sobrepeso, lucía una melena despeinada y grasienta, y le faltaban unas cuantas piezas dentales. Pablo disimuló como pudo y salió del bar disparado. En su loca carrera chocó con una mujer enfundada en un vestido de lamé rojo que parecía su segunda piel. Era alta, esbelta, con unos preciosos ojos verdes y unos labios gruesos y sensuales que se quedaron estupidamente abiertos cuando se dio cuenta de la estampida de Pablo. Miriam pensó que los hombres era todos unos bobos, unos cobardes y mucho más tontos de lo que ella creía. Así es la vida, qué se le va a hacer.


1 comentario:

  1. Nooooooooo! cómo ha hecho eso ese hombre! jajajaja. Muy bueno, Gloria. Me ha encantado. Un saludo.

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