domingo, 24 de mayo de 2015

ESCONDIDA



Lo tomé por costumbre cuando era niña. Me escondía detrás de los árboles y tiraba piedras a los compañeros del colegio que se metían conmigo porque era tímida, o porque era gorda, o porque era la empollona de clase y sacaba mejores notas que ellos. Después me escapaba corriendo y era yo la que se burlaba. Ya lo dice el refrán, quién ríe el último, ríe mejor. Hasta aquí la historia no tendría mayor importancia, si no fuera porque la fea costumbre de esconderme y tirar piedras me fue acompañando a lo largo de mi vida.
Cuando mi primer novio me dejó me escondí detrás de la farola que había junto a su portal y le tiré piedras; cuando mi mejor amiga me traicionó contándole a otra amiga nuestro secreto, le tiré piedras escondida detrás de un cartel publicitario que había a la entrada de su trabajo. También le tiré piedras a mi hermano cuando le contó a mi madre que me había visto fumar un porro en la discoteca, esta vez desde detrás del coche de mi padre. La cosa nunca tuvo mayores consecuencias... hasta ahora.
En mi empresa corrían rumores de despido, y como no, me tocó a mi la china. Ayer el jefe me llamó a su despacho, y después de alabarme falsamente (que si era muy eficiente, diligente y bla, bla, bla,) me dijo con mucha sutileza que cogiera mis cosas y tomara las de Villadiego, pues como era la última que había llegado, tenía que ser la primera en irme. Y lo hice, por supuesto, pero pensando en que la cosa no iba a quedar así.


     Esta mañana me escondí detrás de una cabina telefónica que nadie usa y espere pacientemente a que saliera el gilipollas de mi jefe. En cuanto salió Marina, la nueva secretaria, supe que aparecería él, pues de dominio público es que tienen una relación clandestina. Y así fue. Yo tenía en la mano, no una piedra, más bien un pedrusco que había tomado de una cantera que hay cerca de casa de mi abuela y en cuanto aquel imbécil puso pié en la acera se la lancé con todas mis fuerzas. Luego vi a Marinita corriendo hacia él,que estaba tendido en el suelo, con una gran herida en la cabeza de la que emanaba abundante sangre. Salí de allí pitando. Ahora estoy escondida en casa, detrás del sofá de la sala, esperando que la policía me venga a detener por asesinato. A mi lado tengo un montón de piedras. Aunque a lo mejor nadie me vio. La esperanza es lo último que se pierde.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, Gloria. ¡Muy bueno!

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  2. Dios!!!!!!! que genial, Gloria! Enhorabuena, lo he leido a media voz y la cadencia que tiene el texto es buenisima, además del contenido, por supuestísimo. Me ha encantado. Un saludo.

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