Érase una vez un mundo, a veces bello y maravilloso, a veces hostil y despiadado, donde siempre ocurrían cosas, cosas que quiero contarte...
martes, 3 de abril de 2012
LA ANCIANA DE LA CASA ROSA
Hacía unos meses que Marta y Fran se habían mudado al pueblo escapando del bullicio y las prisas de la gran ciudad. Fran, informático de profesión, había montado su propio negocio y no le iba del todo mal. Marta, maestra, preparaba las oposiciones con la esperanza de optar por una buena plaza que le permitiera desarrollar su profesión lo más cerca posible de su lugar de residencia. El pueblo en cuestión era tranquilo y sin demasiadas estridencias en invierno, con los servicios suficientes para vivir comodamente. En el verano, por contra, y al ubicarse en la costa, era bastante visitado por los turistas en busca de sol y playa, aunque tales visitas no eran de la entidad suficiente como para alterar en demasía la tranquilidad del lugar. Por todo ello nuestra pareja se encontraba feliz de vivir allí, tanto que en las últimas semanas se habían dedicado a buscar vivienda para comprar y así asentarse definitivamente. A Fran le daba un poco lo mismo, pero Marta consideraba que sería mucho mejor hacerse con una casita en lugar de un piso, pues así estarían más independientes ( sin vecinos, problemas de comunidad y esas cosas), y tendrían un poco de espacio propio en el exterior.
En una de las calles por las que Marta pasaba todas las tardes de camino a la academia, se encontraba una preciosa casa de estilo colonial que tenía prendada a la muchacha. La casa, pintada de un rosa pálido, no era demasiado grande, aunque tampoco pequeña, unas cuantas escaleras llevaban a la entrada precedida por un coqueto porche y, lo que a Marta más le gustaba, un pequeño jardín la rodeaba, dándole una apariencia tremendamente bucólica. Cierto era que el jardín, más que jardín, era una maraña de maleza, que la pintura rosa aparecía desconchada aquí y allá, que las viejas persianas no guardaban la necesaria rectitud en alguna ventana y algún que otro defectillo más. Pero bueno, nada que no se pudiera arreglar con una buena dosis de trabajo y de paciencia. Sólo había un problema gordo y fundamental: la casa parecía no estar en venta. Así que Marta se tenía que conformar con contemplar la casita de sus sueños cada vez que pasaba por allí y suspirar melancólicamente mientras dejaba su imaginación volar hacía lo que podría ser , pero no era.
Mas un día los hados jugaron a su favor y de pronto un gran cartel con el nombre de una conocida inmobiliaria anunciaba con unas enormes y tentadoras letras que, por fin, a la casa le había llegado el momento de cambiar de dueño.
*
-Marta no seas ilusa, sabes perfectamente que esa casa está fuera de nuestras posibilidades.
-Venga, Fran, no seas aguafiestas. No perdemos nada con probar. Llamamos a la agencia y que nos la enseñen, por lo menos déjame ver cómo es por dentro. Además quién sabe, a lo mejor es barata. Anda, por favor, ¿llamo?
La joven tomó el teléfono y marcó el número de la agencia sin esperar a que su novio le respondiera. El la veía tan entusiasmada que en el fondo lo que más le dolía no era el hecho de estar casi seguro de que no podrían comprar la casa, sino el chasco que ella se iba a llevar cuando se percatara de ello. La muchacha mantuvo una corta conversación y cuando finalmente colgó, con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo a Fran.
-El sábado a las 10 nos la enseñan. Tengo el presentimiento de que va a ser nuestra.
*
-Como podéis ver está totalmente amueblada y los muebles son de una calidad inmejorable. Otra cosa es que os gusten o no. La casa en sí necesita unos arreglos, pero bueno, en general yo creo que está muy bien.
Marta miraba y remiraba el interior de la casa de sus sueños con la boca abierta. En la parte baja, a la derecha un comedor y una habitación en su día pareció estar dedicada a biblioteca, a juzgar por las paredes , cubiertas por estanterías que llegaban al techo. A la izquierda, una salita, un cuarto de baño y la cocina en la cual una puerta conducía a un patio situado en la parte posterior de la casa. Arriba cuatro habitaciones y otro baño. Todas las estancias eran amplias y luminosas. Una delicia.
-¿Y el precio? - preguntó la chica - me imagino que no será nada barata.
-Pues te equivocas- le contesto la muchacha de la agencia.- Los dueños piden cien mil euros.
Fran y Marta se miraron de reojo. ¿Habían oído bien? ¿Cien mil euros?
-¿Y donde está el truco? - preguntó Fran con cierto rentintín en la voz - Esta casa vale más de doble.
-Yo lo único que sé es que los dueños, dos hermanos, viven en Francia, han heredado esta casa y diversas propiedades más de sus padres y se quieren deshacer de todo cuanto antes porque no les interesa poseer ninguna propiedad aquí. Evidentemente se les ha sugerido que podían pedir bastante más, pero no han querido porque temen que encareciendo el precio tarden mucho en vender. ¿Qué os parece? ¿Os animáis?
Huelga decir que evidentemente la respuesta fue afirmativa. La inmobiliaria se comprometió a realizar todas las gestiones necesarias con el banco para conseguir la hipoteca y les solicitó la presentación de la documentación necesaria. Durante los días siguientes Fran, desconfiado por naturaleza, que no llegaba a creerse del todo las razones que la muchacha de la inmobiliaria les había dado sobre la baratez de la casa y no cesó de darle vueltas al asunto y volver medio loca a su novia, aduciendo que todo aquello le parecía un poco extraño. Finalmente se olvidó del asunto, sobre todo cuando los llamaron para darles la noticia de que la hipoteca había sido concedida y que en cuanto los dueños pudieran desplazarse al pueblo concertarían día para formalizar la transacción.
Cierta tarde a Marta se le ocurrió que si en la agencia le prestaban por unas horas la llave de la casa, podría ir echando un vistazo a los muebles y elegir aquellos que fueran útiles, así como concretar los arreglos necesarios a fin de, en cuanto el inmueble fuera de su propiedad, comenzar la obras cuanto antes. No le pusieron problema alguno así que más alegre que unas castañuelas, se dispuso a realizar el cometido que ella misma se había encomendado. Y cuál no sería su sorpresa cuando al abrir la puerta de la calle, vio luz y escuchó ruidos en la salita. Una oleada de terror recorrió todo su cuerpo y a punto estuvo de salir corriendo, pero pudo más la curiosidad que el miedo y sigilosamente se fue acercando a la estancia. La puerta apenas estaba abierta unos centímetros, solo tuvo que empujarla ligeramente para abrirla del todo. Ante sus ojos se mostró la misma salita que había visto la primera vez, medio vacía, ahora completamente equipada, como si sólo aquella parte de la vivienda estuviera habitada. Pero lo que más le sorprendió fue ver a una anciana sentada cómodamente en el sofá mirando atentamente una televisión, la cual estaba encendida pero sin sintonizar en ningún canal, emitiendo un zumbido suave pero francamente molesto. La mujer no apartó la vista del aparato, sin embargo dio muestras evidentes de haber oído entrar a la muchacha.
-Hola Marta - la saludó - ya me estabas tardando.
Marta quedó perpleja. No sólo demostraba conocerla sino que encima le hablaba como si estuvieran citadas.
-Perdón ¿nos conocemos?
La vieja levantó entonces la mirada y le sonrió. Tenía unos ojos increíblemente verdes, tanto que no parecían de este mundo. “Como las brujas”, pensó la chica
-Yo a ti sí - le respondió la mujer.
-Pues yo creo que no tengo el gusto.
-Claro claro, pues me presento: yo soy la dueña de esta casa.
¿La dueña de la casa? Qué raro, nadie le había dicho que los dueños habían llegado al pueblo; tampoco imaginó que la mujer fuera tan mayor. De repente Marta sintió su cuerpo sacudido nuevamente por el miedo. ¿Y si era una loca dispuesta a hacerle daño? Sin pensárselo dos veces se dirigió a la puerta, mas justo cuando estaba a punto de alcanzarla aquella se cerró de golpe. Intentó abrirla pero parecía como si hubieran soldado la manilla, no consiguió moverla un ápice. A esas alturas ya estaba totalmente aterrorizada.
-¿Qué está haciendo? Déjeme salir - gritó.
La anciana sonrió.
-No te asustes, no voy a hacerte daño, pero quiero hablar contigo y sólo cuando me escuches te podrás marchar. Anda acércate y siéntate. Miraremos un poco la tele juntas mientras te explico lo que quiero de ti. ¿No te gusta el "Diario de Patricia"? A mi me encanta, hoy va de buscar parejas. Mira, mira ese que feo, no se a quién espera encontrar.- Y soltó una sonora carcajada.
La televisión continuaba sin emitir imagen alguna a pesar de lo que la vieja se empeñara en decir, lo cual confirmaba, a ojos de la chica, que estaba completamente chiflada. No obstante, y puesto que la única opción que tenía para salir de allí era escucharla, se sentó dispuesta a hacerlo.
-Bueno pues...diga lo que tenga que decirme, empezando por quién es usted y qué hace aquí.
-Ya te dije que era la dueña de la casa, bueno para ser más exacta, soy la madre de los dueños, de los hermanos que te la van a vender.
La mente de Marta trabajó rápido. La agente inmobiliaria les había dicho que la casa era heredada, luego se supone que los causantes de la herencia tendrían que estar muertos y así se lo hizo saber a la vieja.
-Claro - le respondió ésta - es que yo estoy muerta.
-Por supuesto, y yo soy miss España.
La anciana la miró de arriba abajo.
-¿De veras? Bueno eres mona, pero tanto como para ser miss España, no sé yo.
-Mire déjese de estupideces y dígame de una vez lo que me tenga que decir.
-Tienes razón no voy a hacerte perder mucho tiempo. Además cuanto antes te diga lo que quiero de ti y antes tú lo lleves a cabo, antes yo entraré en el paraíso.
-En el paraíso...claro, como está usted muerta, lógico.- repuso Marta con un matiz irónico en su voz.
-No me crees ¿verdad? Pues es cierto, estoy muerta hija y Urko no me deja entrar allí arriba porque dice que tengo un asunto pendiente que arreglar aquí.
-Urko ¿y quién es ese?
-El portero del paraíso, quién va a ser. ¿Qué te creías? ¿que el portero es San Pedro, como nos hacen creer? No hija, no. San Pedro se dedica a otros menesteres mucho más importantes que hacer de portero. El portero es Urko, un griego, muy guapo el condenado, pero que lleva las normas a rajatabla y no te deja entrar si....
-Vale, vale,-la cortó Marta - cuente lo que sea ya de una vez.
-Pues verás hija. Como sabes yo soy la madre de Román y Cristina, los actuales dueños de esta casa. Ellos son los únicos hijos que tuvimos mi marido Senén y yo en nuestro matrimonio y a ellos dejamos nuestras propiedades por testamento. El caso es que mi marido, antes de hacernos novios, cortejó un tiempo a otra muchacha con la que tuvo una hija, a la que, por su mala cabeza o yo qué sé por qué otros motivos, nunca reconoció. Yo lo supe muchos años más tarde y aunque no me sentó del todo bien, consideré que era cosa del pasado y que era mejor dejar las cosas como estaban. Por supuesto, cuando hicimos testamento lo hicimos a favor de nuestros hijos comunes, olvidándonos por completo de esa otra hija que yo ni siquiera conocía. El caso es que Urko ahora me exige hacer llegar a mis hijos el mensaje de que tienen que compartir parte de su herencia con esta otra hermana cuya existencia desconocen por completo. Me ha echado un buen rapapolvo por no acordarme de ella. Claro que yo le repliqué, mi marido murió antes que yo ¿por qué no le regañó a él? Me contestó que como yo vivía y aún estaba a tiempo de deshacer el entuerto, que había que esperar a ver mi actuación. Como no había hecho lo que debía, ahora me toca arreglarlo y mientras no lo haga no me dejará entrar en el paraíso. Por lo visto esta hija de mi marido está pasando muy graves apuros económicos y el dinero que le puedan reportar sus hermanos le va a venir más que bien.
-Vamos a ver si nos entendemos -dijo Marta - usted pretende que yo haga llegar a sus hijos la noticia de que tienen otra hermana con la que han de compartir la herencia.
-Exacto - asintió la vieja con entusiasmo.
-Claro, y además les tengo que contar que tal encargo me lo hizo su madre, que en teoría está muerta desde hace varios meses.
-Qué bien lo has entendido Martita - el entusiasmo de la mujer era tal que aplaudió con alegría y hasta dio pequeños botes en el sillón.
-¿Y pretende usted que la gente me crea que he estado hablando con un espíritu? Pensarán que estoy loca.
-Pues hija, tendrás que hacer que te crean.
-Y si me niego -replicó Marta desafiante.
-Si te niegas yo haré todo lo posible para que no te puedas quedar con esta casa que tanto te gusta y créeme que tengo poder para ello. Por el contrario, si consigues hacer lo que te he encomendado recibirás tu recompensa. Allá arriba ya están trabajando en ello. Mira, en plan confidencial te voy a sugerir algo: ¿por qué no les dices que para encontrar a esta chica vayan a "El Diario de Patricia". Seguro que la encuentran y a mi me encantará verlos e la tele. Ah, se me olvidaba, vive en Alicante y se llama Carmen Soto, es lo único que sabemos de ella.
Definitivamente, aquel ser, fuera de carne o de espíritu, estaba rematadamente loco.
-Bueno, puedo irme ya supongo.
.Claro, claro, vete hija, y recuerda que tendrás tu recompensa.
-A la mierda la recompensa, yo lo que quiero es la casa.- murmuró la muchacha por lo bajo mientras salía de allí apresuradamente. Menuda papeleta le quedaba por delante.
*
Marta salió de la casa con la extraña sensación de no saber a ciencia cierta si lo que le había ocurrido dentro había sido real o sólo producto de su imaginación. A punto de abrir la verja que daba a la calle, dio media vuelta y entró de nuevo en la casa. La puerta de la sala estaba abierta de par en par y dentro todo estaba como la primera vez, casi vacía, sin nada ni nadie que perturbara la tranquilidad de la estancia, lo cual acrecentó más su confusión. Sin embargo ella quería comprar la mansión y si para ello tenía que obedecer las estúpidas órdenes de una vieja choca, no le quedaría más remedio que hacerlo.
Cuando llegó a su hogar se lo contó a Fran, de un tirón, sin dar muchas explicaciones y sin remilgos. El, cuando ella terminó, se mostró muy preocupado.
-Marta, tal vez tanto estudiar esté afectando tu sistema nervioso. No pretenderás que me crea esa historia tan estúpida.
La muchacha suspiró.
-Pretender claro que lo pretendo porque es cierta, pero ya sabía que no la tragarías.
-Cómo me voy a creer que hablaste con un espíritu, o bueno.....con una vieja que estaba muerta, mujer Marta, por favor...
-Fran, confía en mí, es cierto. Y si no hago lo que me dijo no podremos comprar la casa.
-Bueno pues compraremos otra, casas sobran.
Marta empezaba a desesperarse ante la obstinada incredulidad de su novio, aunque desde el principio sabía perfectamente que su reacción iba a ser exactamente la que estaba siendo.
-Mira Fran si no quieres creerlo no lo creas, no puedo obligarte, pero yo voy a hablar con los dueños de la casa y contarles todo.
-Vale, mañana tendrás tu oportunidad. Tenemos cita con el notario a las diez. Pero después vamos al médico ¿vale cielo?
*
Todos se presentaron en la notaría a la hora señalada. Los dueños de la casa, aunque hermanos, eran dos seres completamente antagónicos. El desprendía un aire de superioridad impertinente. Ella, sin embargo, tenía una tez amable donde siempre se dibujaba una sonrisa y, lo que más llamó la atención de Marta, unos ojos de un verde tan intenso como los de la anciana. Definitivamente era más que probable que fueran madre e hija. Marta, finalmente, había decidido no contarles nada, en principio, de su encuentro con la anciana. Su intención era comprobar si efectivamente la amenaza de la vieja de impedir la venta se materializaba. Y así fue. Los acompañaron a una coqueta salita en la cual permanecieron esperando alrededor de una hora. Cuando ya todos comenzaban a ponerse nerviosos el señor notario se presentó ante ellos y les habló con cara de póker:
-Señores, lo siento pero creo que no podemos proceder a la venta del inmueble, al menos de momento. Estábamos esperando el fax del Registro de la Propiedad donde se nos confirmara que la casa está libre de cargas, pero nos han llamado por teléfono y parece ser que en el Libro correspondiente falta, precisamente, la hoja donde debería estar anotada la finca. Me han dicho que no se lo explican pero el caso es que mientras no la encuentren no se puede proceder a la transacción. Les avisaré en cuanto el problema esté arreglado. Disculpen las molestias, buenos días.
Marta miró a Fran con expresión triunfante. Le dolía no poder comprar, pero le encantaba demostrar a su novio que tenía razón. Decidió entonces que debía comunicar a los hermanos el mensaje de su madre, sabía que la tomarían por loca, pero no le quedaba otra opción.
-Disculpen - les dijo - me gustaría hablar un momento con ustedes. ¿Tomamos un café?
Ellos no pusieron problema alguno y juntos se dirigieron al bar más cercano.
-¿Qué coño vas a hacer? - le preguntó Fran por lo bajo y con disimulo.
-Tú cállate y déjame a mí.
Un vez que estuvieron reunidos Marta comenzó a hablar midiendo cuidadosamente sus palabras. Sabía que cualquier fallo podía ser fatal.
-Bueno, esto que les voy a decir me resulta un poco violento, la verdad, pero creo que ustedes deben saberlo.
Observó por un momento las dos caras que la miraban con atención y prosiguió un tanto incómoda.
-El caso es que me he enterado que....tienen ustedes otra hermana y....
-¿Cómo? ¿señorita qué está usted diciendo? - preguntó el hombre de muy malas pulgas - Nuestros padres sólo tuvieron dos hijos que somos nosotros, no se...
-Por favor, déjeme terminar, cuando lo haya hecho podrán ustedes decir lo que estimen conveniente.
El hombre, ante la firmeza de la voz de Marta, se quedó mudo y dejó proseguir a la muchacha.
-Ha llegado a mis oídos que su padre, antes de casarse con su madre y por supuesto antes de que nacieran ustedes, tuvo una hija con otra mujer. No la reconoció nunca pero hay alguien que quiere que ustedes compartan con ella los beneficios que les reportará la venta de la casa y de las demás propiedades. Si no lo hacen, nunca podrán venderla.
-¿Puedo hablar ya señorita?
Marta asintió con a cabeza y entonces el hombre reventó en improperios.
-¿Y no será usted la que tiene ese interés en que compartamos nuestro dinero con esa supuesta hermana? Seguro que no le parece bastante barata la casa y quiere recuperar parte del dinero inventándose toda esa historia absurda de una hermana. ¿Van a ir a medias o el porcentaje que se queda usted es mayor? Esto es intolerable. Desde luego olvídese de la casa porque no será para usted. Vámonos Cristina, ya encontraremos otro comprador que no quiera sacar tajada.
Dicho esto tomó a su hermana por el brazo y salieron del bar como alma que lleva el diablo.
-Pues menos mal que no le he dicho que la que me contó todo fue su madre.
-En fin, yo creo que lo mejor será que demos la casa por perdida.
-De eso nada Fran. Marta Ballesteros no se rinde tan fácilmente.
*
Aquella noche, en la cama, Marta no podía dormir. No hacía más que darle vueltas a la cabeza sobre lo ocurrido. Y es que por más que pensaba y pensaba en su cabeza no surgía idea alguna que le permitiera terminar con el problema. Convencer a aquellos dos se presentaba tarea casi imposible. A no ser que...¡claro! a no ser que unas pruebas genéticas demostraran la existencia de esa hipotética hermana. Pero antes había que encontrarla.... y que alguno de ellos quisiera someterse a las susodichas pruebas. ¡Uf, todo era tan complicado! Finalmente se durmió, sin saber que al día siguiente un golpe de suerte llamaría a su puerta y le permitiría ver con más claridad la solución deseada.
*
El timbre sonó con insistencia a media mañana.
-Ya va, ya va, vaya forma de llamar.
Marta se quedó gratamente sorprendida cuando al abrir la puerta se encontró con Cristina, la hija de la anciana, la que el día anterior se había quedado callada en la cafetería.
-Buenos días Marta - dijo con amabilidad -¿puedo entrar?
Marta le franqueo la entrada y la hizo pasar al pequeño salón.
-Siéntese por favor, ¿le apetece tomar algo? un café, una infusión, algo fresco...
-Venga ese café, gracias
Marta fue a la cocina y al poco regresó con dos tazas de humeante café.
-Bueno, y dígame ¿a qué debo su visita?
La mujer se revolvió un poco en su asiento. Se notaba ligeramente nerviosa.
-Verás Marta, en primer lugar quiero pedirte disculpas por la actitud tan grosera de mi hermano ayer. Tiene un carácter muy fuerte y a veces cuando se altera no sabe muy bien lo que dice.
-No se preocupe, me hago cargo, además usted no tiene la culpa.
-Además quería decirte que.... - titubeó unos instantes antes de proseguir - que yo... tenía alguna sospecha de la existencia de esa hermana.
-¿De veras?
-Si. Mira hace unos meses, cuando mi madre murió y decidimos poner a la venta las propiedades que nos habían dejado en España, una tarde subí al desván de la casa dispuesta a hacer un poco de limpieza y tirar los trastos inservibles. Revolviendo entre papeles me encontré una carta dirigida a mi padre por un tal Roque Castro, que resultó ser su mejor amigo de juventud, según después pude saber. En la carta este hombre le hablaba a mi padre de una tal Carmen. Le decía que estaba bien, que ya tenía diez años y que crecía fuerte y sana, y que no se preocupara porque él, Roque, le hacía llegar mensualmente el dinero que mi padre enviaba a esa niña. No sé muy bien por qué pero llegué a la conclusión que esa niña debía de ser hija de mi padre. No se me ocurrió otra cosa para explicar sus atenciones. Haciendo cálculos por la fecha de la carta, esa tal Carmen debe de tener unos siete años más que yo, es decir unos cincuenta y siete. Yo recuerdo que cuando era niña hubo una época en que mis padres estuvieron bastante distanciados. Apenas se hablaban y cuando lo hacían era de manera muy fría. No fue mucho tiempo, pero aquellos meses quedaron grabados en mi memoria. Ahora, atando cabos, he llegado a la conclusión de que tal vez fue entonces cuando mi madre se enteró de la existencia de esa chiquilla. Ayer cuando tú hablaste de ella, me quedé tan perpleja que no pude articular palabra, pero si de verdad existe yo estoy dispuesta a compartir con ella todo lo que haga falta.
-¿Y su hermano? El no quiere ni venderme la casa.
-Bah, no te preocupes. Al final cederá. El problema es que tenemos que volver a Francia en unos días, si no aparece la hoja del Registro...
-La hoja del Registro no aparecerá mientras no encontremos a su hermana.
-¿Por qué lo sabes?
-Bueno.... por nada, sólo son suposiciones mías. Entonces ¿buscará a su hermana?
-De eso también quería hablarte. Si nos vamos a Francia, me va a resultar muy difícil encontrarla, además sólo sé su nombre y...
-Se llama Carmen Soto y vive en Alicante. Y no se preocupe, yo la buscaré, por la cuenta que me tiene.
La mujer miró a Marta con expresión de asombro.
-¿Y tú como sabes tanto de ella?
-Créame, es mejor que lo dejemos así. Lo sé, y punto. No le demos más vueltas.
-Como quieras, de todas maneras te agradezco que te hayas ofrecido a buscarla porque yo te iba a pedir que lo hicieras - la mujer se levantó del asiento con intención de marcharse – Ah, por cierto, cuando encuentres a esa mujer, y más que nada para convencer a mi hermano, convéncela para hacer unas pruebas de ADN.
Le tendió un sobre.
-Ahí hay dinero suficiente para que las abones y además toma - se arrancó un cabello lo metió en una pequeña bolsa de plástico que sacó de su bolso y se lo dio a la sorprendida chica – esto también será necesario.
*
A partir de ahí las cosas vinieron casi rodadas. Encontrar a la mujer, tarea que al principio le parecía a Marta ardua y difícil, resultó no serlo tanto. Lo primero que se ocurrió a Marta fue acudir al Registro Civil. Antes llamó a una amiga que trabajaba en uno para consultarle algunas dudas. La charla que tuvo con ella fue providencial. Marta le preguntó si podría hacerse sin problema con una partida de nacimiento de la mujer.
-En principio sí - le informó su amiga - salvo que la partida en cuestión se encuentre dentro de los supuestos de publicidad restringida.
-Ya ¿y eso que quiere decir?
-Pues que por ejemplo si es hija adoptiva, o de madre soltera no te la van a dar porque sólo se la pueden expedir a ella misma.
A Marta se le iluminaron las ideas con lo que su amiga acababa de contarle. Efectivamente a ella no se la darían pero algo podría averiguar. Así que se presentó en el Registro y empezó su trabajo.
-Por favor quería una partida de nacimiento de una mujer. Los únicos datos que tengo son que se llama Carmen Soto, y que nació sobre 1950. No sé el segundo apellido y tampoco sé a ciencia cierta si el lugar de nacimiento es Alicante.
-Bueno, no son mucho datos - repuso la funcionaria - pero voy a hacer una cosa. Consultaré el año 1950 con la información que me acabas de dar. Si no la encuentro te puedo buscar algún año más, pero tendrás que volver otro día.
A Marta le pareció bien. Esperó durante más o menos diez minutos al cabo de las cuales apareció la chica que la había atendido con un enorme libro entre las manos.
-Mira he encontrado una señora que se llama Carmen Soto Galvez nacida en el año 50, pero no te puedo dar el certificado, está dentro de los supuestos de publicidad restringida.
-Vale no te preocupes, y muchas gracias por tu ayuda.- dijo Marta segura de que la Carmen que buscaba era aquélla.
-De nada.
Marta salió del Registro feliz. Las cosas no podían haberle salido mejor. Ahora le quedaba ir al Ayuntamiento y averiguar la dirección de la mujer. Y otra vez la suerte estuvo de su lado. Vivía en calle Los rosales numero 10, primero A. Y allí se dirigió.
*
Le abrió la puerta una mujer que aparentaba mucha más edad que los 57 años que debía tener. El pelo enmarañado, unas profundas ojeras, los ojos hundidos.
-Buenos días, perdone busco a una mujer que se llama Carmen Soto Gálvez ¿es usted?
-Si, soy yo, ¿qué desea? - la mujer contestó con voz ronca cargada de desconfianza.
-Verá me gustaría hablar un momento con usted, tengo algo que decirle que creo que le va a interesar.
La mujer, venciendo la inicial desconfianza, le franqueó la entrada y llevó a Marta hasta la cocina. La vivienda era humilde pero estaba limpia y ordenada.
-¿Te apetece un café?
-No gracias.
-Pues tú dirás.
La mujer se sentó y fijó su mirada en la chica, esperando con expectación que soltara lo que tenía que decirle.
-Pues... bueno quizá sea un poco difícil de entender lo que le voy a decir pero......-Marta no encontraba las palabras adecuadas - Bueno el caso es que tiene creo que tiene usted dos hermanos.
-Pues vaya noticia, eso ya lo sabía yo desde hace un montón de tiempo.
-¿De veras? - preguntó la muchacha sorprendida.
-Sí hija sí, mi madre, que en gloria esté la pobre, nunca me ocultó quién era mi padre. Siempre supe que, aunque nunca me conociera, se ocupaba de mí y de que no me faltara de nada. Y se lo agradezco, aunque por otro lado le reprocharé toda mi vida que no haya tenido la valentía de conocerme. Pero bueno, él también está muerto así que ahora ya da igual. Mamá le siguió los pasos siempre, eso si, jamás le molestó ni le exigió nada, pero supo que se había casado y que había tenido otros hijos. Por eso yo sabía de la existencia de mis hermanos. Y dime ¿te envían ellos? ¿qué quieren?
-Pues a lo mejor no se lo va a creer pero lo quieren es compartir la herencia de sus padres con usted.
La cara de la mujer mostró una expresión extraña, agradablemente sorprendida.
-No me lo puedo creer, si ni siquiera me conocen.
-Ya pero, ya ve, en el mundo también existe gente generosa.- le repuso Marta evitando dar explicaciones innecesarias.
-Y tanto. Pues créeme que voy a aceptar ese reparto. Hace unos meses murió mi marido y con la mísera paga que me quedó apenas llego a fin de mes. Esa ayuda, sea la que sea, me vendrá muy bien.
-Hay una pequeña condición. Deberá someterse usted a unas pruebas de ADN para confirmar que son hermanos, pero no se preocupe, no tendrá que hacer ningún desembolso de dinero.
-Eso está hecho.
Evidentemente las pruebas demostraron que Carmen era realmente hermana de los herederos. Cristina, no sin esfuerzo, logró convencer a su hermano de que debían compartir esa sustanciosa herencia que les había tocado en suerte con otra persona que se la merecía tanto como ellos y Marta, finalmente, consiguió ser dueña, junto con Fran, de su ansiada casita rosa. El día que formalizaron la venta Cristina dio las gracias a Marta por todo lo que había hecho.
-No tiene que darme las gracias - repuso - también lo hice porque a mi me convenía.
-Sí, ya lo sé, pero otra en tu lugar no se hubiera metido en todo este lío. Por cierto, hay algo a lo que llevo dando vueltas desde que conversamos. Me gustaría saber quién te informó de la existencia de mi hermana.
Marta la miró una décima de segundo y pensó con rapidez.
-¿Tiene usted por casualidad una foto de su madre?
Cristina revolvió en la cartera y se la tendió a Marta. Allí estaba, la anciana de los increíbles ojos verdes.
-No sé si va a creerme, pero fue esta mujer la que me lo contó todo.
-Me lo imaginaba. Tenía tanta fuerza en vida que siento su presencia cada segundo. Gracias de nuevo Marta.
-De nada. Y hasta la vista.
*
Marta cortaba el tomate para la ensalada en su nueva cocina de su nueva casa mientras repetía una y otra vez el tema diez, que sin saber por qué, tenía atragantado. Los exámenes eran dentro de dos semanas y la verdad, con las obras de la casa y la mudanza no había tenido mucho tiempo para estudiar, así que casi daba las oposiciones por perdidas. De repente sintió pasos a su espalda y se volvió asustada.
-Uf, estas nuevas tecnologías no son para mi. Ya le dije a los de arriba que se buscaran otra cosa pero ellos nada, tenía que ser esto.
Allí estaba de nuevo, la adorable ancianita de la que casi se había olvidado.
-¡Usted! pero ¿qué hace todavía por aquí? ¿Aún no la ha dejado entrar este.... bueno, como se llame?
-Urko hija, el portero se llama Urko. Y no, aún no me ha dejado entrar. Todavía estaba pendiente el asunto de tu recompensa ¿recuerdas?
-Pues la verdad, ya casi lo había olvidado.
-Pues ahí la tienes, en tu ordenador, las preguntas y las respuestas de tu examen de oposición. No te imaginas lo que me ha costado escribir, pero lo he conseguido.
No lo podía creer, cuando ya casi se había rendido....tenía las oposiciones en bandeja.
-Muchas...muchas gracias - dijo titubeante - seguro que son esas las preguntas ¿no?
-Pues claro hija, claro que son esas. Anda, memorízalas.
La vieja se acercó a Marta y la miró directamente a los ojos.
-Gracias Martita, gracias por todo, eres una chica muy buena. Por fin puedo marcharme y entrar allá arriba.
-Me alegro, pero que sepa que puede usted visitarme cuando quiera.
-Sí mujer, era lo que tenía pensado con lo bien que voy a estar allí. Adiós, nos veremos dentro de muchos, muchos años.
Y dicho esto se desvaneció como el humo.
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