domingo, 6 de marzo de 2016

UN GOLPE DE FORTUNA


 

Fui al cajero a sacar los últimos cincuenta euros que me quedaban. Y estábamos todavía a día veinte. Quedaban por cargar el recibo del teléfono y del seguro del coche así que inevitablemente quedaría en números rojos y para colmo no me quedaba más remedio que racionar aquella mísera cantidad para diez días. No era novedad, era el cuento de todos los meses. Desde que en la fábrica en la que trabajaba había bajado la producción y a la par los sueldos, mi economía era así de precaria y encima tenía que dar las gracias por tener trabajo y no haber pasado a formar parte del elenco de despidos. Metí la tarjeta, marqué mi número secreto y salió por la ranura el triste billete de cincuenta euros. Entonces escuché un sonido extraño, que se convirtió en música celestial cuando vi que aquella descontrolada máquina comenzaba a escupir billetes sin ton ni son. Eran las tres de la tarde y la calle estaba desierta. Nadie me veía salvo la molesta cámara del banco que grababa todos mis movimientos. Entonces se me ocurrió la idea. Fui recogiendo los billetes y al llegar a casa los conté, había casi cien mil euros. Aquella misma tarde saqué un billete de avión para las islas de Zanzivar. Dejé atrás un trabajo de mierda y al pesado de mi novio que no hablaba más que de boda y de una familia numerosa. Aquí soy rica y me dedico a fabricar jabones. Un golpe de fortuna

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