jueves, 12 de julio de 2012

MAS ALLÁ DE LA MUERTE


DORITA
Desde luego Eloy, ya puedes estar contento, menuda putada que me has hecho, putada sí, has oído bien, a pesar de que a mí no me guste en absoluto utilizar palabras malsonantes, pero es que hijo, yo que pensaba que la época de los malos momentos estaba ya superada, que era sólo un recuerdo. Pues parece que no, en el momento más inoportuno, cuando estábamos disfrutando de la mejor etapa de nuestra vida juntos, tú vas y te mueres, como si yo te importara una mierda. Me dejas sola, como tantas otras veces habías hecho, pero esta vez definitivamente, no me lo puedo creer, con la de penurias que he pasado a tu lado, ahora que ya estaban superadas... Fíjate, me has dejado tan confundida que en estos momentos no sé si echarme a llorar o a reír como una estúpida, depende de lo que se me venga a la mente. Y es que claro, morirte así, tan de repente, por sorpresa, cuando estábamos a punto de emprender ese viaje de ensueño, culminación de nuestros deseos, o tal vez debiera decir de mis deseos, en todo caso, la ocasión perfecta para volver a ser la pareja ideal que siempre deseé que fuéramos.  
         Cuarenta años juntos, Eloy, cuarenta años, que se dice pronto, pero a ver qué otra mujer hubiera aguantado tanto tiempo a tu lado; ninguna, te lo digo yo, porque tienes que reconocer que nuestro matrimonio no fue precisamente un camino de rosas y que me lo hiciste pasar muy mal, pero que muy mal eh, que lo sepas, aunque siempre me mantuve calladita y no osé protestar por nada. Gracias a las enseñanzas de mi pobre madre, a sus consejos sabios, me mantuve al pié del cañón, gracias a ella, chico, de eso puedes estar seguro, si no a la primera de cambio te hubieras quedado solo, que más de una vez fue lo que te merecías. Porque dime tú, esa manía de ir al fútbol todos los domingos con los amigotes, mientras a mí me dejabas en casa sola, aburrida como una ostra, las tardes de domingo Eloy, los momentos que debíamos aprovechar para salir a dar un paseo juntos, pero que va, tú con los amigos y yo sola en casa y con la pata quebrada. Me invitabas a acompañarte, como no, siempre fuiste el rey de la diplomacia, pero es que yo odio el fútbol y tú lo sabes, siempre lo supiste, por eso tus invitaciones casi me parecían más humillantes que el hecho de dejarme en la casa medio abandonada.
      Y esas reuniones con tus colegas del Ateneo, tan falsamente eruditos, que os creíais que con las bobadas que hablabais allí ibais a arreglar el mundo. Pero sobre todo, Eloy, sobre todo, lo que más me molestaba de ti, esa manía de corregirme en público, aunque fuera de buenos modos y con esa sonrisa de bobalicón que te caracterizaba, pero es que nada de lo que yo decía estaba bien, y eso me dolía Eloy, vaya que si me dolía, porque aunque no tuviera estudios como tú, tienes que reconocer que la vida también enseña, cariño, y mucho, y yo vida la que quieras corazón, de verdad, que tuve un infancia muy dura y luché mucho por salir a flote, que hasta hambre pasé cuando mi pobre padre se murió, de repente también, como tú, que parece que os gusta fastidiar dejando a las mujeres en este mundo, así, sin despedirse, sin avisar ni nada. ¿Que éramos diferentes? Pues claro que lo éramos, pero al fin y al cabo tú me elegiste como esposa, nadie te obligó a casarte conmigo y chico, qué quieres que te diga, las mujeres no venimos con derecho a devolución, por lo menos antes, ahora ya no sabría qué decirte, con tanta separación y tanta relajación de costumbres, que se ha perdido la decencia y las formas, todo, y a mi a decente, no hay quien me gane.
      ¡Ay Eloy! ¡Qué triste me siento! Y no sólo porque te has ido, sino por todo lo que no vamos a vivir juntos, por ese tiempo precioso que no hemos sabido aprovechar, o mejor dicho, que tú no has sabido aprovechar, conmigo por lo menos, aunque estoy segura que con otras sí que has disfrutado lo tuyo, que no soy tonta ¿o te crees que no sé lo del viajecito aquel a Canarias, con la excusa del congreso sobre no sé qué sostenible, que ahora se habla mucho de ello, pero entonces nadie sabía lo que era? Bien sé yo que te fuiste con Melania, aquella compañera tuya del Instituto profesora de Biología, tan moderna ella, tan “progre”, tan pelandusca, diría yo. Y es que no hay quien me quite de la cabeza que entre vosotros hubo algo, segurísima estoy aunque mis ojos no lo hayan visto, pero mi sexto sentido no me engaña. Siempre hablando de ella, que si Melania por aquí, que si Melania por allá...y luego, ale, juntos a Canarias, no me digas que no es sospechoso, tanto más cuando tampoco en esa ocasión quisiste llevarme contigo, con lo mucho que me hubiera gustado a mí conocer Canarias; pero que va, según tú iba a aburrirme porque  tenías que trabajar y no te iba a quedar tiempo para nada. ¿Aburrirme yo? De eso nada, corazón, si tú ibas a trabajar yo ya me las apañaría, pero me quedé en casita sin rechistar, como siempre, que ahora me arrepiento de lo tonta que siempre fui y todo por ser una señora como Dios manda.
         Y es que encima seguro que la Melania de las narices no fue la única, porque ¿qué me dices de Isabelita Montoto, aquella que me presentaste cuando la fiesta del veinticinco aniversario del Ateneo? Muy culta, escritora de poemas, que un día me leíste uno y resultó ser una verdadera birria, sin rima ni nada, pero a ti se te llenaba la boca cuando hablabas de ella. Bien me fijé que aquella noche la mirabas con ojitos de cordero degollado, en lugar de mirarme a mí, a mí, Eloy, a tu mujer, que puede que no fuera tan culta como Isabelita, ni supiera escribir poemas, líbreme Dios de intentarlo, pero era tu mujer, y bien guapa, que siempre llamé la atención a los hombres, eso tú bien lo sabes, aunque sin intención, eso por supuesto, pero no había muchacho en el pueblo que no me hubiera tirado los tejos y no me extraña, que mis ojos negros y mis largas piernas llamaban la atención a cualquiera, que no esta bien que yo lo diga pero es que era así, que los traía locos a todos, hasta que apareciste tú y me enamoré de ti como una tonta y partir de ese momento los demás hombres dejaron de existir para mí. Y oportunidades no me faltaron, que lo sepas, que a más de uno tuve que pararle los pies y a quien menos te imaginas, que si lo supieras volverías a morirte, te lo digo yo. Pero tú nada, tú a lo tuyo a mirar a otras, mas cultas, más poetas, mientras tu mujer sufría calladamente, sin decirte nada, para no preocuparte, para no armar follón. “Ya se dará cuenta”, pensaba yo, y sí, por fin te diste cuenta, tarde, pero más vale tarde que nunca. Aunque ya ves, poco me duró la dicha, cinco años jubilado, sólo cinco años en los que te comportaste como un marido de verdad y me dedicaste la atención que me merecía, cinco míseros años, cariño, y vas y te mueres, justo dos días antes de emprender ese crucero por el Mediterráneo que me tenía tan ilusionada. Fíjate que a esta hora deberíamos estar en la cubierta del barco, mirando al mar, en lugar de metidos en este coche fúnebre, tú ahí detrás, en tu ataúd, con destino a tu última morada y yo aquí delante, al lado de un chófer con cara de imbécil y sin poder sacarme de la cabeza todas estas tonterías. ¡Ay Eloy! ¡Qué desconsiderado has sido! ¡Qué pena tan grande me oprime el pecho!

ELOY
Ya lo sé, Dorita, ya lo sé, ya sé que no me he comportado contigo como tú hubieras deseado, o según tú piensas, como te hubieras merecido, pero tampoco fue para tanto. Que sepas que todas esas cosas que se te están pasando por la cabeza, no son más que bobadas, no son ciertas y eso me hace sentir peor, porque me doy cuenta de lo engañada que has vivido y de lo poco que confiabas en mí. Mira tú, una de las cosas buenas que tiene el morirse es el conocimiento que estoy teniendo sobre lo que piensan y sienten los
demás, en este caso tú, mi vida, que aunque te cueste creerlo, siempre has sido lo que más me ha importado en la vida. La pena es que tú no podrás saber lo que pienso yo, así que me tengo que conformar con ser mudo testigo de todas esas tonterías que pueblan tu mente sin poder rebatirlas, sin poder demostrarte que tú has sido lo mejor que me ha pasado en la vida.
      Yo jamás te fui infiel, mi querida Dorita, ni con Melania, ni con Isabelita Montoto ni con nadie. ¡Pero si yo sólo tenía ojos para ti! Cierto es que pasaba muchas horas en el Instituto, con ellas y con otras, con mis compañeras, era mi trabajo, no me quedaba más remedio ¿qué querías que hiciera? ¿que no fuera a trabajar para no tener roce con ellas? Bien que te gustaba que llevara dinerito a casa para poder darte todos los caprichos y no tener que pasar privaciones, como muchas de tus conocidas, que eran tiempos difíciles Dorita, muy difíciles, que un sueldo como el mío pocos hombres lo ganaban y si para ello tenía que trabajar muchas horas pues no me quedaba más remedio que hacerlo. ¿Y que estaba con mujeres? Pues si, y con hombres, porque la mayoría de mis compañeros eran hombres, bien lo sabes y con ellas jamás pensé en tener nada de nada, puedes estar segura.
      ¿Que no estabas a su altura culturalmente hablando? Pues es verdad, tú misma tienes que reconocerlo, de hecho alguna vez que te llevé conmigo al Ateneo saliste enfadada y aburrida, diciendo que no habías entendido nada de lo que allí se contaba y que no deseabas volver. Yo lo único que hice fue respetar tu decisión, tu voluntad y trabajar, Dorita, siempre trabajar, para que no te faltara de nada. Y si alguna vez te corregía, era por tu bien cariño, y bien sabes que siempre lo hice con delicadeza, jamás te puse en ridículo delante de nadie, es más, me atrevo a decirte que eso ya lo hacías tu solita, cuando soltabas un “haiga” en vez de un “haya” por ejemplo y otras lindezas por el estilo.
       En el fondo siempre supe que desconfiabas de mí, fundamentalmente por esa manía que tenías de revisar los bolsillos de toda mi ropa con la excusa de que no se metieran objetos extraños en la lavadora, esa manía de olerlo todo, como si buscaras un perfume femenino que no fuera el tuyo....pero Dorita, si yo hacía honor a tu lindo nombre y te adoraba, porque ¿a guapa? A guapa no te ganaba nadie, en eso te doy la razón. Todavía recuerdo cuando te vi por primera vez, en el Baile de la Flor que organizaban en tu pueblo para celebrar la llegada de la primavera. Me fijé en ti nada más entrar en el recinto, tan alta, tan guapa, tan elegante, tan... señora, porque siempre fuiste una señora con todas las de la ley, y haciendo gala de ello te resististe a mi conquista, para mi desilusión, pero yo insistí, no cejé en mi empeño de conquistarte y un día, por fin, accediste a salir conmigo y con orgullo te paseé cogida de mi brazo, sabiendo que era la envidia de todos los hombres que nos veían pasar. Ya sé, Dorita, ya sé que muchos de ellos te tiraron los tejos con descaro, incluso estando ya casada conmigo, pero yo, que siempre fui muy discreto, observaba y callaba, no merecía la pena armarla por tan poca cosa, pues si bien fui testigo de sus intentos de cortejo, de igual manera lo fui de tus sutiles rechazos. ¿Te crees acaso que no sabía que Ramón Sotelo, el director del Instituto, estaba loco por ti? Si hasta un día, sin querer, lo escuché invitarte a una cena, aprovechando que yo iba a estar de viaje, pero tú te lo sacaste de encima como pudiste, amablemente, eso sí, pero le dejaste bien claro que eras una mujer casada y decente, que me querías, lo mismo que yo a ti. Te ruego pues, que no me vengas ahora con reproches, lo único que me puedes reprochar es que me haya muerto de esta manera pero ¿qué quieres? No pude hacer nada por evitarlo. Me dio ese dolor fortísimo en el pecho y allí me quedé, tirado en el sofá, como un pajarito, solo, cariño, muy solo, que de veras que no hay cosa más triste que irse de este mundo solo, sin la compañía de tus seres queridos, de ti, mi Dorita, que siempre había imaginado mi muerte contigo a la cabecera de mi cama, tomándome tiernamente de la mano, reconfortándome en ese duro momento; pero qué va, no se me ocurre otra cosa que morirme cuando estabas en la peluquería y encima te chafo el crucero...¡qué mala suerte! Tienes razón, pero bueno, lo que sí me gustaría decirte es que aquí no se está nada mal y que morir no es malo, ni duele, ni nada de esas bobadas que piensa la gente, simplemente pasas de un lado a otro, porque también en eso estabas tú en lo cierto: hay otra vida, es extraña, pero vida debe de ser desde el momento en que puedo pensar todo esto que estoy pensando, aunque no me vea, porque soy incorpóreo, y no vea tampoco dónde estoy, pues la sensación que tengo es la de flotar en el aire. Ya ves, yo que siempre fui ateo convencido y defendí la idea de que con la muerte nos enterraban y punto, pues no, me equivoqué, es cierto que hay otra vida, aunque a Dios todavía no le he visto por ningún lado, pero seguro que aparecerá de un momento a otro.
       ¡Ay Dorita! ¡Qué pena me da haberte dejado tan sola! ¿Podrás perdonarme algún día?



     Y Dios, que observaba aquel absurdo diálogo entre apenado y divertido, decidió que no podía separar a tan singular pareja y que tenía que hacer algo para remediar el desaguisado, tanto más cuando Eloy se había muerto unos años antes de lo previsto por culpa de los donuts con que Dorita le obsequiaba al desayuno, que habían elevado sus índices de colesterol hasta límites insospechados, provocándole el infarto fulminante que le llevó a la tumba. Y puesto que la mujer había sido la causante silenciosa e inocente de la muerte del marido, Dios decidió que era de ley hacer que el marido fuera justo causante de la muerte de la esposa. Un oportuno obstáculo en el camino del coche fúnebre, un perrito cruzando la calle, hizo que el chófer tuviese que dar un brusco frenazo que provocó que el ataúd se desprendiera de su sujeción y se deslizara hacia delante, directamente hacia el cogote de Dorita, causándole una rotura de nuca y por ende, la muerte en el acto. La mujer pasó a la otra vida bruscamente, sin darse casi ni cuenta y fue feliz al encontrarse con su Eloy, incorpóreos ambos, pero seguros de estar juntos, incluso después de la muerte y olvidando viejos rencores y resentimientos absurdos se dedicaron a planear su tan deseado y nunca realizado viaje, pero esta vez, por las nubes.


4 comentarios:

  1. Hola: Vengo desde el club de las escritoras. Te sigo y espero ponerme al día con tu trabajo prontito. Besitos =)

    ResponderEliminar
  2. Hola guapísima!, me pasaba a saludarte y de paso ver que tal te iba todo, puesto que andas perdida y ya no se te ve el pelo por el club...

    En fin, espero que todo te vaya bien... Veo que de momento se pasaron vairas socias del club para seguirte siguiendo la campaña Por Un Club Más Unido... Espero que tú hagas también lo mismo y les devuelvas la visitas...

    Saludos y besos, y buen inicio de semana!, muak!

    ResponderEliminar
  3. Hola guapísima!, me pasaba por aquí para ver que tal estabas, saludarte, y de paso, pedirte el favor de que te hagas eco de esta promoción, si no es mucha molestia (tus compis del club y yo, te estaríamos realmente agradecidas):

    http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/11/pasion-de-navidad-promocion-y-fecha-de.html

    Saludos y hasta otra!, muak!

    ResponderEliminar
  4. Hola! soy del club de las escritoras un gusto pasar por tu blog y seguirlo, te dejo el mio tambien ( http://devash-ahava.blogspot.com/ ) y mi pagina de facebook ( http://www.facebook.com/pages/Devash/296842267090611?fref=ts ) gracias. :)

    ResponderEliminar