lunes, 21 de septiembre de 2015

UNA HISTORIA SIN FINAL (pasaje)


"Una historia sin final" no es una novela romántica al uso, no es una historia dulzona y empalagosa. Es una historia de una chica normal, una chica que conoce el amor no correspondido, la rutina de un matrimonio al lado de un marido que descuida las cosas simples de la vida, los recuerdos de juventud, el reencuentro inesperado...Os dejo un trocito. Si os interesa os espera en Amazón para e-book.


Me metí en el baño, me desnudé delante del espejo y me puse el albornoz blanco, tal y como me había dicho. Antes de salir me apoyé un rato en la puerta. Mi corazón latía tan fuerte que me daba la impresión de poder oírlo. Respiré hondo y por fin salí. Él manipulaba las cámaras. Yo me situé en el lugar acordado. Se acercó a mí, sonriendo y al estar justo en frente se quitó el albornoz y me lo quitó a mí. Rodeó mi cintura con sus brazos y me pidió que yo hiciera lo mismo con su cuello.
-Ahora, voy a besarte.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando sentí sus labios sobre los míos, a pesar de que solo fue eso, unos labios pegados a otros, sin más. Escuché el click de las cámaras al dispararse y me separé de él.
-Javi, no sé si podré continuar con esto.
- Claro que si mujer. Anda, relájate un poco. Yo voy a revisar las cámaras un momento, respira hondo y tranquilízate. Esto no tiene mayor importancia.
Me quedé quieta en medio del estudio, intentando sosegar mi ánimo, mientras me preguntaba una y otra vez qué demonios hacía yo allí. Entonces se acercó por detrás muy despacio. Sentí su respiración cada vez más próxima, hasta que sus labios besaron mis hombros y sus manos se posaron en mis pechos, por un segundo, pasando luego a rodearme la cintura
-Ahora abandónate. Imagínate que estás con un chico que te gusta. Déjate llevar.
No me hacía falta imaginar estar con nadie. Era con él con quien quería estar y obedeciéndole, me abandoné a sus caricias y a sus besos. Pero si yo no estaba cómoda, él tampoco lo estaba. Se notaban que aquellos besos y aquellas caricias eran demasiado forzadas. Me di la vuelta y me encaré con él.
-Esto no funciona – le dije – se nota que no es real.
No me dijo nada, sólo suspiró.
-Tienes razón. Es que... no quiero hacer sentirte más incómoda de lo que ya estás.
Me miró con cara de circunstancia y no pude hacer otra cosa que echarme a reír. Él me imitó y aquella carcajada espontánea tuvo el poder de hacer desaparecer las tensiones.
-Tenemos que olvidarnos de nosotros mismos – dijo – ¿Estás dispuesta?
-A lo mejor nos haría bien tomarnos unas copillas – dije – pero vamos a intentarlo sin ellas.
-Pues venga, hagámoslo real. Ahora me voy a sentar en el suelo y tú te pondrás a horcajadas sobre mi. Yo haré el resto.
Asentí y obedecí. Me senté sobre él y le abracé la cabeza, que quedaba al altura de mis pechos desnudos. Hundió su cara entre ellos y comenzó a besarme, pero esta vez eran besos de verdad. Luego sus manos se posaron en mis pezones y juguetearon con ellos, provocando que un gemido saliera de mi garganta y rompiera el silencio. Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Y decidí abandonarme sin importarme lo que pudiera ocurrir. Las cámaras se disparaban a nuestro alrededor, pero parecía que ni uno ni otro estábamos pendiente de ellas.
De pronto, con un movimiento rápido y certero, Javier hizo que nuestra posición cambiara y me vi tumbada en el suelo con él sobre mi. Me miró y me sonrió. Yo le devolví la sonrisa. Separó mi pelo de mi cara y luego me besó, pero esta vez era un beso de verdad, con su lengua dentro de mi boca, explorando los recovecos de mi interior. Me excitó y me dejé llevar por la pasión. Ninguno de los dos parecía estar fingiendo nada, muy al contrario, semejaba como si toda la vida hubiéramos estado esperando aquel instante. Llegó el momento en que lo único que llenaba el silencio eran nuestras respiraciones agitadas, nuestros gemidos ahogados. Él sobre mí. Sus labios y sus manos moldeaban mi cuerpo como si estuvieran hechos exclusivamente para ello, despertando mis instintos dormidos, haciéndome sentir sensaciones desconocidas. Todavía no habíamos consumado el acto pero todo apuntaba a que ocurriría sin remedio. Entonces mi mente se adelantó a mi corazón. Me di cuenta de que las cámaras ya no hacían fotos desde hacía un rato, con lo cual todo lo que estaba pasando ya no tenía ningún sentido. Lo empujé levemente, liberando mi cuerpo del peso del suyo. Me miró sorprendido.
-Es que ya no hay fotos – balbuceé.
Por unos segundos pareció no entender, estar desorientado, pero pronto recuperó y volvió a la realidad
-Claro... es que....lo siento.
Se levantó torpemente y comenzó a vestirse. Tuve que apartar mi mirada para no encontrarme con su excitación. Aquello era real, no había fingimiento posible

Sin decir más nada, recogimos nuestras cosas y marchamos a casa, cada uno metido en sus propios pensamientos y sin mencionar en absoluto lo que había estado a punto de ocurrir.

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