Fue bonito mientras duró,
aunque en realidad haya terminado antes de empezar. Es un
contransentido, lo sé, pero nadie me negará que a veces en la vida
ocurren cosas absurdas inexplicables y esta fue una de ellas. Y no
sólo porque lo ocurrido nunca llegara a comenzar, sino porque tuvo
la extraña consecuencia de volverme invisible,.....bueno....no estoy
segura
Al principio fue hermoso. Volver
a sentir la ilusión de la juventud, esas mariposas revoloteando por
el estómago de las que todos los enamorados hablan.....y es que
apareció en el momento oportuno, cuando la rutina y la desidia se
habían instalado en mi vida y todo comenzaba a darme igual. Un día
me dijo que le gustaba, que me deseaba y yo, que hasta entonces lo
había considerado un amigo más, comencé a verlo con otros ojos. Me
metí de lleno en su juego, no sé si queriendo o sin querer, creo
que simplemente me dejé llevar. Sus palabras tenían el efecto
mágico de acariciarme por dentro y por fuera, de despertar mi
imaginación, de vapulear mis sentidos y durante un tiempo me
conformé con eso, hasta que llegó el momento en que quise más y se
lo hice saber. Me contestó que estaba dispuesto a convertir en
hechos nuestros deseos y yo, estúpida de mi, comencé a planear el
encuentro. Y en ello estaba cuando desapareció, de repente, sin
decirme adiós ni darme explicación alguna. Al principio me
preocupó, más tarde me sorprendió y por último mentalmente lo
mandé a la mierda una y mil veces. Me sentí como una perfecta
imbécil, engañada, utilizada y sobre todo.....sobre todo me sentí
invisible.
Me di cuenta de que mi
invisibilidad era real el día que me crucé con él y, ablandado mi
corazón por su presencia, me acerqué a su lado a rogarle que me
quisiera un poco. Me ignoró, ni me miró siquiera, pasó a mi vera
sin verme, tan cerca de mi que me atrevería a decir que atravesó mi
cuerpo roto por el desencanto. A partir de entonces he dejado de ser
real a los ojos de la gente, me he evaporado, como las volutas de
humo que salían de su cigarrillo cuando estábamos juntos. Nadie me
ve, ni mi madre, ni el portero del edificio, ni mi amiga Maite, ni mi
jefe..... nadie. Lo peor es que no sé si soy invisible porque él
me ignoró o si me ignoró porque me volví invisible por causa
desconocida. En todo caso estoy descubriendo que soy feliz así. Tal
vez tenga que darle las gracias por no haber querido amarme.
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