-¿Y qué tal con Pedro, Lucía? Parece un buen chico.
Lucía y su abuela estaban sentadas en el porche trasero de la casa,
frente a la piscina vacía, tomando café después de haber cenado
frugalmente y descansando del agotador día en el centro comercial.
La temperatura era inusualmente cálida para la época del año en la
que estaban.
La
muchacha dio un sorbo a su café antes de contestar a su abuela.
-Es
amigo de Jorge, de Jorgito ¿recuerdas? - la abuela asintió con la
cabeza- Y su novia trabaja con él de enfermera, por eso lo conocí.
Pedro da clases de historia. Sí, es un buen muchacho, un poco
tímido, pero muy majo.
-¿Y
su novia?
-Muy
guapa, guapísima es. Maja, también, un poco torbellino para mi
gusto, demasiado inquieta, no sé cómo él la aguanta. La verdad es
que no pegan ni con cola. Pero bueno, parecen felices, que supongo
que es lo importante.
La
abuela Soledad dio un sorbo a su café y miró a si nieta, cuyos ojos
oscuros vagaban por el jardín sin flores a aquellas alturas. La
conocía demasiado. Y sabía que sentía algo por aquel chico.
-¿Te
gusta? - se atrevió a preguntar a pesar de que sabía que tenía que
andar con pies de plomo si no quería que Lucía la mandara a tomar
viento de nuevo.
-¿Pedro? Abuela, pero ¿tú le has visto? No es mi tipo – contestó
Lucía haciéndose la ofendida.
-Bueno.... no es guapísimo, tienes razón. Para guapo Lázaro.... y
ya ves.
Lucía
dirigió a su abuela una mirada asesina, ante lo que a la mujer no le
quedó más remedio que pedir disculpas por sus palabras.
-Lo
siento, lo siento cariño. No he dicho nada.
Lucía
admitió sus disculpas y se quedó pensativa. Su abuela debería
haber estudiado psicología, porque era un as descubriendo
sentimientos escondidos de los que a veces ni uno mismo se percataba.
-Tienes razón, abuela. Tienes toda la razón. Lázaro era el más
guapo y me hirió en lo más profundo del corazón. Pedro es un chico
normal y corriente y sin embargo cuando estoy a su lado siento algo
aquí – se tocó el pecho –, algo que me hace pensar, darle
vueltas a la cabeza. No puedo enamorarme de él, abuela. Él ya es de
otra.
-Lo
malo es que en los sentimientos no se puede mandar y el amor, no lo
olvides, no conoce de propiedades. ¿Lázaro era tuyo? ¿Te lo robó
esa chica con la que se fue? No, Lázaro era una persona libre que
decidió volar y voló, sin contar contigo. Con eso lo que te quiero
decir es que da igual que puedas enamorarte o no, si el sentimiento
está ahí, dentro de ti, te vas a enamorar de todas maneras. Y él
no es de otra. Él es una persona que también puede volar, como hizo
Lázaro.
-Ya,
pero yo no quiero ser la causa de su vuelo. Sé lo mal que se pasa y
no se lo deseo a nadie. Natalia es buena chica.
La
abuela Soledad asintió con la cabeza.
-Depende de cómo se hagan las cosas, Lucía. No podemos obligar a
los demás a que nos amen, y si no lo hacen, lo importante es ser
honesto con la otra persona. Yo creo que el problema no fue que
Lázaro hubiera dejado de quererte, lo realmente reprochable de su
comportamiento fue que andaba con otras mujeres, sí, Lucía, con
otras, en plural, y lo sé de buena tinta, mientras a ti te tenía
engañada. Las cosas hay que hacerlas bien, con la verdad por
delante. Recuérdalo. Y sé feliz. Haz todo lo posible por ser feliz.
Y ahora, me voy a la cama, cariño. El día ha sido demasiado largo y
estoy cansada.
Dio
un beso en la frente a su nieta y entró en la casa. Lucía se quedó
un rato más, mirando a las estrellas mientras sujetaba entre sus
manos la taza vacía de café,, que se iba enfriando poco a poco. Ser
feliz. Como si fuera tan fácil. Por unos minutos se imaginó la vida
al lado de Pedro. Ella no podría darle lo que Natalia le daba. Ella
se tomaba la vida con más calma y a lo mejor no era lo que él
necesitaba. Cerró los ojos y se imaginó un beso de él. Se
sorprendió cuando un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo con
sólo imaginar. Tenía razón su abuela. Era posible que se estuviera
enamorando de él. Y si era así, nada iba a ser fácil.
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