Sus compañeras de oficina, sin
embargo, conociendo aquéllas y teniendo la absoluta seguridad de
que necesitaba un hombre a su lado que tuviera el poder de hacerle
olvidar su horrorosa experiencia con el pendenciero de su marido, le
buscaban posibles parejas entre el público que día tras día pasaba
por la oficina y aunque nunca encontraban el hombre adecuado, aquella
especie de juego en el que se habían sumergido resultaba divertido y
hacían menos tediosas las horas que tenían que permanecer allí
dentro.
Lo cierto es que a Olga ningún
caballero de los que pretendían endilgarle sus compañeras le
parecía bueno ni siquiera para retozar en la cama sin otra intención
que pasar un rato divertido, y mucho menos, por supuesto, para
iniciar una relación seria para la que, de momento, no se sentía
preparada, ni siquiera sabía si quería estarlo, dado lo mucho que
estaba disfrutando de su recién estrenada soledad.
Aquella mañana, después de
prepararse y tomarse un frugal desayuno, Olga Sanjurjo se dirigió a
su trabajo como todas las mañanas, sin saber que, por fin, iba a dar
con el hombre ideal con el que tanto había soñado.
*
Media hora tuvo que pasar para
que Judas consiguiera llegar por fin a la ventanilla sin más
contratiempos que las cuatro o cinco personas que se le colaron con
tremendo descaro. Cuando por fin le llegó su turno, un funcionario
con cara de conejo y voz aflautada le preguntó de malos modos qué
era lo que deseaba. Pidió tres partidas de defunción de su
progenitora, facilitando los datos pertinentes que el muchacho le iba
pidiendo. Finalmente le fueron entregados los documentos solicitados
y salió de la oficina leyéndolos distraidamente, percatándose con
contrariedad de un error en la inscripción, una equivocación
imputable sin duda alguna, al idiota funcionario que le había
atendido, que, a juzgar por su aspecto y su poca amabilidad al
atenderle, no debía de poseer muchas más inteligencia que la de un
mosquito. Y es que su madre se había muerto con sesenta y cinco
años, no con treinta y seis, como, en vista de la fecha de
nacimiento que se le había consignado, se deducía con claridad de
aquel documento estúpido que no le valía para nada.
Con enfado, casi con furia, dio
media vuelta y entró de nuevo en el edificio. Lo que le faltaba,
después de perder casi toda la mañana en aquel antro, era tener que
esperar de nuevo dos horas para corregir aquel gravísimo error. Por
suerte esta vez no había casi nadie y apenas tuvo que esperar cinco
minutos en la cola. Una mujer de unos sesenta años fue esta vez
quien acudió a su encuentro a través del mostrador. Le preguntó
qué quería con gesto contrariado, pues estaba leyendo la prensa
escrita y le fastidiaba sobremanera tener que atender a aquel
imbécil, aunque este pequeño detalle Judas lo desconocía.
-Verá usted – le dijo
conteniendo la ira – acabo de solicitar estas partidas de defunción
de mi madre y la fecha de nacimiento está mal, ustedes han
puesto.....
-Segunda puerta a la izquierda –
le dijo la mujer sin dejarle terminar.
Judas,
resignado, se dirigió a la segunda puerta a la izquierda, mas cuando
la abrió se encontró de nuevo con una cola de gente que esperaba su
turno para entrar en otra oficina. Decidido esta vez a que nadie le
pasara por delate y puesto que previsiblemente le tocaba esperar un
buen rato, preguntó quién era el último y tomó asiento dispuesto
a que le llegara de nuevo el turno.
Cerca de una hora tuvo que
esperar de esta vez. Cuando por fin le llegó el momento de entrar en
el pequeño habitáculo, su ánimo continuaba enfadado y enfurecido
por haber perdido toda la mañana en aquellas estúpidas oficinas,
más su mal humor se esfumó cuando sus ojos se deleitaron en la más
bella mujer que había visto jamás. Por un momento recordó a su
adorada Fátima y se llenó de nostalgia por aquel amor perdido que
no volvería jamás, y por primera vez, vio en aquella desconocida
damisela la posibilidad de ocupar su corazón de nuevo, claro que,
había que ser realista, tenía que ser correspondido y conquistarla
seguro que no sería fácil.
La mujer que se sentaba al otro
lado de la mesa era morena y con los ojos más verdes que hubiera
visto nunca. Su pelo, sedoso y brillante, caía en cascada sobre sus
hombros. Sus pechos turgentes eran una invitación silenciosa a la
lascivia.
-He dicho que el siguiente, por
favor, ¿quiere usted hacer el favor de sentarse? No tengo todo el
día.
La voz suave pero firme y un
tanto malhumorada de la mujer, sacaron a Judas de su ensimismamiento
y murmurando una disculpa ininteligible, tomó asiento en el lugar
que la funcionaria le indicaba.
-¿Qué desea? - le preguntó.
De
nuevo el muchacho la miró y de nuevo pensó que su belleza extrema
sólo era comparable a la de los ángeles, eso que él nunca había
visto ninguno, pero era lo que se decía. Decididamente tenía que
conquistarla, ahora que el único obstáculo que le impedía
enamorarse había desaparecido, tenía que intentarlo, como fuera, ya
se le ocurriría algo.
-Oiga no tengo toda la mañana.
O me dice de una vez lo que quiere o se va, que hay mucha gente
esperando – le dijo la mujer con un deje de desesperación en la
voz.
-Si, eh yo....bueno, disculpe,
es que verá usted, acabo de recoger en la otra oficina unas partidas
de defunción de mi madre y me he dado cuenta de que le han
consignado mal la fecha de nacimiento, en concreto el año. Mi madre
murió en…...
-Hay que abrir un expediente
para rectificar el error, tiene que traer una partida de nacimiento
de su madre y se lo arreglamos.
-De nacimiento, ya...verá usted
es que me corre un poco de prisa ¿sabe? es por un seguro que tengo
que cobrar y ….
-¿Dónde nació su madre?
-En Pontevedra.
-Pues entonces no va a tener
mucho problema. Acérquese usted al mostrador de la otra oficina y
pida una partida de nacimiento de su madre, remitirán la petición a
Pontevedra y cuando le llegue viene por aquí de nuevo y abrimos el
expediente; cuanto antes venga, antes lo tendrá usted arreglado.
-No lo dudo señorita, pero
verá…. Es que necesito cobrar un seguro de vida y tengo que
presentar
la documentación….
-Lo siento, me da igual si usted
tiene que cobrar un seguro de vida o veinte seguros de vida, pero lo
que usted desea lleva un trámite que no se puede saltar bajo ningún
concepto y le va a tardar cerca de mes y medio, así que ya sabe, si
quiere solucionarlo pronto, traiga lo que le he dicho ya de una vez y
déjese de monsergas. Y ahora, por favor, si no quiere más nada,
deje pasar al siguiente – le dijo la funcionaria ya totalmente
cabreada.
-Si claro, disculpe.
Se levantó Judas y salió de la
estancia ciertamente apesadumbrado por el trato recibido por parte
del ángel de sus sueños. No parecía muy agradable la mujer, aunque
bien pudiera ser que ese carácter agrio que parecía tener fuera
fruto del momento, le quedaba mucha gente por atender y era casi la
hora de salir. Seguro que la pobre estaría deseando marchar para su
casa, donde a lo mejor la esperaba su familia....o no, tal vez
viviese sola y eso le produjera amargura. El caso era que iba a
volver a verla, y eso era lo que realmente le importaba. Tenía que
conseguir su amor, fuera como fuera.
*
Eran justamente las dos y media
de la tarde cuando Olga Sanjurjo y sus dos compañeras atendieron al
último cliente.
-Vaya mañana – dijo Olga –
¡Menuda marabunta! Otro día así y me da un pasmo.
-Pues sí hija, pero no me digas
que no ha merecido la pena, tan sólo por atender al bomboncito que
te ha tocado, aunque lo despachaste bien rápido – le dijo Marta.
-¿Bomboncito? Pues no caigo,
todos los hombres que he atendido me parecían de lo más normales,
es más, apenas me he fijado en ellos. Y no me digáis que vosotras
habéis tenido tiempo para pensar en esas bobadas.
-Pero mujer, no hace falta
pensar en nada, simplemente es ver lo que tienes delante ¿Cómo es
posible que no te hayas fijado en el querubín que te enseñó las
partidas de defunción de su madre con un error en no sé qué? ¡Si
estaba como un queso! – argumentó Juana.
-¿El que vino con las partidas
de defunción de su madre? Pero chicas, si parecía subnormal, no
estoy tan desesperada como para consolarme con eso. Por cierto, se me
hacía una cara muy conocida, yo lo he visto antes en algún lado,
pero no consigo recordar dónde.
-Pues yo creo que de subnormal
nada, a mí lo que me parece es que es tímido, fijaros que me
atrevería a decir que nunca conoció mujer alguna.
Las tres chicas rieron la
ocurrencia de Juana
-Desde luego hija, vaya manera
de catar a los hombres, con solo verlo unos minutos, por Dios. Pero a
ver Olga, el chico era guapo y tiene que volver ¿no? – dijo
Marta.
-Sí, tiene que volver, ¿y qué?
-Pues que tú nos has dicho
muchas veces que quieres divertirte, además, que siempre viene bien
darle una alegría al cuerpo. No me digas que no puede resultar
tremendamente divertido coquetear con un tímido, incluso quitarle la
timidez. Yo creo que según cómo te lo plantees te lo puedes pasar
muy bien, sería como....un reto. Llevarse a la cama a un tío que
está buenísimo, que se pone rojo como la grana cuando le metes la
lengua hasta la campanilla, que debe de tener cerca de los cuarenta y
todavía es virgen....venga Olga, ¿por qué no te animas? Después
nos cuentas. Además yo creo que lo dejaste embobado, si vieras de
qué manera te miraba, con aquellos ojitos de corderillo degollado...
Olga miró a su compañera y
sonrió.
-Definitivamente estáis como
cabras. No sé yo si me apetece complicarme la vida con estas
historias. Cada vez con más frecuencia pienso que estoy muy bien
sola. Así que ligaros al rubio vosotras, yo me parece que paso.
Poco se imaginaba Judas la
conversación que estaba teniendo lugar en la oficina que acababa de
abandonar. Él, que prácticamente carecía de autoestima, jamás
pensó que ninguna mujer pudiera encontrarle atractivo, ni siquiera
Fátima, la única que le había querido. No dudó de su amor, eso
desde luego, pero estaba seguro de que lo amaba por sus cualidades y
no por su físico, por su inteligencia y no por su carisma, del cual
carecía. Por eso seguro que le hubiera resultado toda una sorpresa
el saber que las señoritas que dejaba atrás lo consideraban un
hombre guapo y atractivo, bueno, todas menos la que a él más le
interesaba.
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