Jesús
llegó a casa cansado y de mal humor, como casi todos los días
últimamente. Posó las llaves en la bandeja del recibidor y fue
directo al salón, donde se dejó caer con desgana en el mullido sofá
de terciopelo azul. Desde el baño le llegaban las voces de Lola, su
mujer, y de la pequeña Sara, la hija de ambos. De la cocina surgía
el agradable y apetitoso aroma que emanaba de una cacerola
hirviente.
Cerró
los ojos. Esa tarde, al salir del colegio, se había encontrado de
nuevo con su amigo Ramón. Realmente no sabía si aquellos últimos
encuentros eran puramente casuales o era su amigo el que los forzaba.
Se habían visto de nuevo unos dos meses atrás, después haber
pasado muchos años sin saber nada el uno de el otro, y sentados a la
mesa de un viejo bar de barrio, frente a unas cañas de cerveza, se
habían puesto al día de lo acontecido durante aquel tiempo de
ausencia. Al parecer a Ramón la suerte le había sonreído y las
cosas no le podían marchar más a derechas.
-Tuve
un golpe de suerte y me tocaron unos cuantos millones en la quiniela.
Con ese dinero monté mi primer negocio. Un concesionario de venta de
coches de segunda mano. Los compraba en el extranjero, Alemania,
Suiza, ya sabes, coches buenos y potentes, y los vendía aquí casi
por el doble de lo que me habían costado. Luego monté una empresa
inmobiliaria y fue entonces cuando me hice de oro. Sigo con ambos
negocios, claro que mucho más ampliados que al principio. La verdad
es que no me han ido las cosas mal. ¿Y tú? ¿cómo te ha ido a ti
la vida?
Jesús
se revolvió incómodo en su silla antes de contestar. Hasta entonces
nunca se había cuestionado ni un pedacito de su felicidad, y sin
embargo en aquel momento, escuchando las andanzas de su amigo, se
estaba dando cuenta de que en realidad él no había conseguido ni la
mitad.
-Bueno,
a mí tampoco me ha ido mal. Terminé mi carrera de magisterio,
aprobé las oposiciones y soy maestro. Me casé....
-¿Que
te has casado? ¿que te has casado tú, con lo juerguista que eras?
No me lo puedo creer- repuso Ramón soltando una risotada chulesca e
impertinente- ¿Y quién es la afortunada? ¿la conozco?
-Claro.
Es Lola, ¿te acuerdas? Aquella muchachita tímida que en clase
siempre ocupaba las primeras mesas.
-¿Lola?, pues....la
verdad es que no caigo.
-Ya...
la verdad es que era una chica muy tímida y discreta, con el pelo
marrón claro y los ojos oscuros, de gafas....
-¡Ah,
si, Lola! Claro, ya me acuerdo. Era muy poquita cosa, y se le notaba
a las leguas que estaba loca por ti.
A
Jesús no le hizo ni pizca de gracia el comentario de su amigo, pero
lo pasó por alto, no era cuestión de discutir por naderías. Era
posible que Lola físicamente no fuera gran cosa, pero para él era
la mejor compañera del mundo, la mejor amante y la mejor amiga, y lo
que existía entre ambos, esa complicidad que había nacido de la
nada, era algo muy superior a cualquier otra cosa
-No
sé si estaba loca por mí, pero nos hicimos novios en la Universidad
y somos felices. Hace siete años que nos casamos, tenemos una niña
de tres y otro viene en camino.
-Uf,
demasiadas responsabilidades te has echado tú encima. Yo ni me he
casado ni lo haré jamás, y por supuesto tener descendencia no entra
en mis planes. Me gusta demasiado mi libertad. Me muevo de un lado a
otro sin tener que dar cuentas a nadie. Cuando quiero mujeres, las
tengo. El dinero lo puede todo y, aunque tal vez no esté bien
decirlo, a mí pasta no me falta.
Jesús
miró al que un día había sido su amigo con una expresión de
asombro en sus ojos que pasó desapercibida para aquél. No era el
Ramón que él había conocido. Está claro que la gente es muy
cambiante, y que de pronto quien crees conocer se vuelve un completo
extraño
-No
creo que sea así – repuso tímidamente – el dinero no lo es todo
en la vida.
-Eso
dicen muchos, pero están equivocados. Por mi experiencia sé que
todo, absolutamente todo, tiene un precio.
-No
lo creo, Lola y yo no nadamos en la abundancia, pero somos muy
felices.
-¿Felices? estoy
seguro de que habéis tenido que renunciar a más de uno de vuestros
sueños, el sueldo de un maestro no da para mucho.
-Pues
no, pero...
-Mira
Jesús, yo estoy ahora aquí para ampliar mis negocios inmobiliarios.
Busco un socio que me permita abrir en esta ciudad nuevas oficinas.
Ese socio deberá hacer una pequeña aportación de capital, pero las
ganancias posteriores compensarían con creces el desembolso inicial.
¿Por qué no te animas?
-Que
va, yo tengo mi trabajo y no lo voy a dejar – contestó de
inmediato Jesús ante la que consideraba descabellada proposición de
Ramón.
-
Eres funcionario, puedes pedir una excedencia, si las cosas van mal,
que no van a ir, siempre te queda la posibilidad de regresar a tu
puesto. Piénsatelo Jesús. Nada me gustaría más que tenerte
conmigo en mis negocios. Voy a estar una temporada larga en la
ciudad. Si cambias de opinión no tienes más que llamarme.
Durante
los días siguientes Jesús no paró de darle vueltas a la propuesta
de su amigo. Era cierto, como él le había dicho, que muchos sueños
se habían quedado por el camino. A su esposa y a él les hubiera
gustado tener una casa mejor y más grande, les hubiera encantado
poder viajar cada verano a un sitio diferente y conocer mundo, pero
finalmente habían optado por otras cosas, por otras satisfacciones.
Lola, que también era maestra, había pedido una excedencia para
cuidar de sus hijos. Era una decisión tomada por ambos de común
acuerdo. Vivían con el sueldo de él. No les daba para mucho, pero
tampoco estaban en la miseria. Claro que si aceptaba la
propuesta de su amigo, esos proyectos incumplidos tal vez pudieran
llevarse a cabo. Quizá no fuera tan mala idea.
La
loca carrera de su hija entrando en el salón lo sacó de su
ensimismamiento. La niña, recién duchada, se echó en brazos de su
padre dispuesta a despedirse de él antes de irse a la cama.
-Hola
ratoncita, ¿ya te vas a la cama?
-Si
papi, ¿pero me leerás un cuento?
-Claro
que si, preciosa, pero cortito eh, que tienes que dormir.
-Vale,
vale- gritaba entusiasmada la pequeña dando saltitos.
Jesús
la tomó en sus brazos y la besó. Ella rodeó su cuello con sus
pequeños bracitos.
-Te
quiero mucho papá.
-Y
yo a ti, tesoro.
Lola,
entretanto, ponía la mesa para la cena. Los miró entrar en la
habitación y por un segundo sonrió. Luego su expresión se tornó
preocupada. Su marido no era el mismo desde hacía unas semanas,
desde el maldito día que se había encontrado con aquel amigo suyo
que le había hecho una descabellada propuesta de trabajo. Ella, por
supuesto, opinaba que no debía aceptar. Pero sabía que él seguía
dándole vueltas a la estúpida idea. Llevó a la mesa la olla con
las apetitosas albóndigas que había cocinado y una fuente con
ensalada de lechuga y se sentó a esperar por su marido. Al rato
llegó él y también se sentó a la mesa, sin decir nada, cabizbajo.
Lola intuía que de nuevo acabarían discutiendo por el tema de
siempre.
-¿Qué
tal en el colegio esta tarde? ¿Habéis terminado con las
evaluaciones?- preguntó mientras servía la cena.
-Si,
por fin hemos terminado.
-Habéis
estado hasta muy tarde ¿no?
-Es
que cuando salí, Ramón me estaba esperando. Fuimos a tomar un café
y a hablar.
Lola
se puso tensa.
-¿De
qué?
-De
negocios.
La
mujer no dijo nada. Entre los dos se instaló un silencio
cargado de malestar contenido. Ella daba vueltas a la comida sin
probar bocado
-¿Por
qué no comes? -le preguntó su marido.
-Porque
me imagino de qué habéis estado hablando Ramón y tú.
-¿Otra
vez a vueltas con lo mismo?
-Eso
digo yo. Ya te dije que esa propuesta era absurda del todo. Tú
tienes tu propio trabajo, un trabajo que te gusta. No necesitas otro.
Además, no tenemos dinero para hacer una inversión en negocios.
-Pero
podemos pedir un crédito.
-¿Un
crédito? ¿no crees que son suficientes los seiscientos euros que
tenemos que pagar de hipoteca todos los meses?
-Tendríamos
más dinero para pagarlo. Además podríamos comprarnos la casa que
siempre hemos soñado y viajar y....
-
Jesús, por favor, para de decir tonterías. Te estoy escuchando y
no te conozco. Yo no necesito una casa, me encanta este piso ¿o ya
te olvidaste de la ilusión con la que lo compramos y lo
decoramos a nuestro gusto? Y tampoco necesito viajar, ni tener mucho
dinero, ni todas esas estupideces que estás diciendo. Yo soy feliz
contigo, con nuestra hija y con este otro que viene en camino, no
quiero nada más.
-Joder
Lola, si hay meses que casi no llegamos a fin de mes. Cuando tenemos
algo ahorrado, se nos va en pagar el seguro del coche o se estropea
la lavadora o cualquier otra tontería.
-Tonterías son las
que estás diciendo tú. Hasta hace poco nada de eso te importaba
demasiado. Si quieres más dinero yo puedo volver a trabajar. Metemos
a los niños en una guardería y punto. Pero te recuerdo que ambos
decidimos que por lo menos uno de los dos debería estar con ellos
mientras fueran pequeños, y en ese momento ya sabíamos que durante
unos años no nadaríamos en la abundancia. Y lo aceptamos, por eso
no entiendo por qué vienes ahora con estas monsergas.
-Tal
vez porque me da coraje que Ramón haya llegado tan alto y yo me haya
quedado a mitad del camino.
-¿Eso
es lo que crees? ¿Sara y yo somos tan poca cosa para ti que sólo
significamos la mitad del camino? ¿Pues sabes lo que te digo? que
hagas lo que te dé la gana, pero conmigo no cuentes para realizar
tus estúpidos negocios. Estoy harta de discutir todos los días por
lo mismo
Se
levantó de la mesa y se marchó a la cama. Jesús suspiró con
resignación y una vez más pensó que su mujer había agarrado una
rabieta sin sentido. No había manera de convencerla, pero estaba
seguro de que cuando los resultados de sus negocios con Ramón fueran
visibles ella cambiaría de opinión e incluso le daría las gracias.
Recogió
los platos y después de ver un rato la televisión se acostó. Al
entrar en el cuarto escuchó la respiración lenta y acompasada de su
mujer, señal inequívoca de que estaba completamente dormida. El
también tenía que dormir. Al día siguiente debía de estar en el
banco a primera hora para negociar lo del crédito. Al poco tiempo se
sumió en un profundo e inquieto sueño, un sueño, que sin él
saberlo, le mostraría el camino adecuado.
De
repente se vio envuelto en una espiral que parecía no tener fin, una
especie de bucle que lo arrastraba hacia abajo, como si se adentrara
sin remedio en las entrañas de la tierra. Giraba cada vez más
rápido, de tal forma que su mente perdía por momentos todo contacto
con la realidad, hasta que terminó cayendo bruscamente en un suelo
blando y ligeramente caliente. Se frotó los ojos y miró a su
alrededor. Se encontraba en medio de la nada. Salvo una tenue luz que
iluminaba el mínimo espacio donde él había ido a dar, lo rodeaba
la negrura más absoluta. Intentó levantarse, pero no pudo, pues
cada vez que hacía un esfuerzo para ponerse en pie aquel maldito
suelo se movía como si estuviera asentado encima de una masa
líquida. Comenzó a ponerse nervioso. No entendía nada, ni qué
hacía en aquel extraño lugar, ni cómo había ido a parar a él. De
pronto escuchó atónito una voz que lo saludaba.
-Buenas
noches, Jesús, ¿qué tal el viaje?
Jesús
miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Asustado contestó.
-¿Quién
eres? ¿dónde estás? ¿por qué sabes mi nombre? ¿y de qué viaje
me hablas?
-Muchas
preguntas me haces a la vez. Tranquilízate y vamos por partes. Te
contestaré tus preguntas, pero con calma, sin prisas, tenemos toda
la noche por delante y muchas cosas por mostrarte. Me
preguntas quién soy y esa tal vez sea la respuesta más difícil de
responder, no porque yo no conozca mi identidad, evidentemente, sino
porque a ti te va a ser difícil comprender la respuesta. Yo no soy,
ni más, ni menos, que dios. Pero no te inquietes, no tengo nada que
ver con el dios que a ti te han enseñado. No soy ese dios
omnipotente y castigador, capaz de premiar o de arrasar la humanidad,
yo no soy así y eso es fácilmente demostrable. Yo simplemente soy
la energía moderadora del universo.
-No
te entiendo.
-
Bueno, con eso ya contaba. Verás, el universo, el mundo real, tal
como vosotros lo entendéis, no fue creado por un dios, fue creado
por un cúmulo de energías que se fueron cruzando, mezclando, hasta
hacer surgir la vida tal y como hoy es y como fue a lo largo de los
siglos. Esas fuerzas ya no están aquí, se han ido a crear otros
mundos, otros universos, otras vidas, en definitiva, y yo me he
quedado aquí, digamos.... vigilando, porque es poco más de lo que
puedo hacer. Cuando creamos este mundo conocido por ti jamás
pensamos que llegara hasta el punto de autodestrucción en que hoy se
encuentra y al que se ha ido encaminando poco a poco, pero
irremediablemente, a lo largo de su existencia. A mí, como ente
hasta cierto punto encargado de vuestro cuidado, me corresponde la
tarea, a veces de todo punto imposible, de evitar vuestra
autoaniquilación. No tengo poder para pararla del todo, sólo para,
de vez en cuando, mostraros el camino adecuado. Eso es lo que intento
hacer contigo, aunque confieso que me lo estás poniendo difícil.
-Sigo
sin entender nada, ¿por qué me tienes que mostrar a mí ningún
camino? ¿tan importante soy yo para evitar la destrucción del
mundo?
Una
sonora risotada llenó el espacio donde Jesús permanecía medio
tirado en el suelo. Intentó de nuevo encontrar la fuente de donde
provenía la misma, sin conseguirlo.
-No
te equivoques -prosiguió la voz del tal dios - lo tuyo no tiene nada
que ver con el resto del mundo, tiene que ver sólo contigo. Yo no
sólo soy el encargado de velar por el mundo en su conjunto, sino por
cada unos de los seres que lo componen y tú eres unos de ellos, eso
es evidente.
-Pero
¿qué he hecho yo mal para que tengas que corregirme?
-Hasta
este momento, casi nada. Pero últimamente piensas demasiado en el
dinero, en unos negocios que te han propuesto y que a tu mujer no le
gustan. Y discutes mucho con ella por ese motivo.
-Si,
tienes razón, pero sólo son riñas sin importancia. Ella terminará
convenciéndose de que tengo razón.
-No
estoy autorizado para decirte lo que va a pasar con tu vida, entre
otras cosas, porque ni yo mismo lo sé. Ese destino escrito del que
hablan muchos en tu mundo no existe. Vuestro destino os lo labráis
vosotros mismos. Es por eso que no puedo rebelarte si tu mujer
aceptará o no tus propuestas, aunque, como conozco sus pensamientos,
tengo una vaga idea.
-Todo
lo que me estás diciendo me confunde, no sé a dónde quieres
llegar. Por cierto, no me has respondido a mi última pregunta, ¿qué
viaje he hecho? ¿dónde estoy?
-Realmente no creo
que importe eso demasiado pero ya que insistes, te lo voy a decir.
Estás dentro de tu propia mente. Has hecho un viaje al interior
de ti mismo.
-Entonces, tú eres
mi conciencia.
-Ya
te he dicho quien soy, no empieces de nuevo. Y también te he dicho
que estoy aquí para ayudarte.
-¿Ayudarme a qué?
Yo no necesito tu ayuda, además nunca he creído en Dios.
-Ni
una cosa, ni la otra son demasiado ciertas, pero da igual. Ahora
quiero mostrarte algo.
El
espacio delante del hombre se iluminó levemente y apareció,
suspendida en la nada, la imagen de Lola, su mujer. Estaba
levantándose de la mesa y dirigiéndose al dormitorio, tal y como
había hecho aquella noche.
-Es
Lola - dijo Jesús, sorprendido.
-Efectivamente, ella
es -corroboró la voz - una ser verdaderamente adorable. Tiene sus
fallos, como todo el mundo, pero es uno de los poco habitantes de la
tierra con el alma limpia. Tienes mucha suerte de que esté a tu
lado.
-¿Y
qué me quieres mostrar de ella?
-Esta
noche, durante la cena, habéis vuelto a discutir.
-Ya
te he dicho que no tiene importancia.
-Eso
es lo que piensas tú. Yo me voy a limitar a mostrarte los
pensamientos de tu mujer cuando se fue a la cama. Escucha.
La
voz de su mujer se dejó oír firme y fuerte, mientras él la veía
ponerse el pijama y acostarse.
"Estoy
empezando a estar realmente harta de toda esta historia. No entiendo
la actitud de Jesús, este interés absurdo y repentino por tener
mucho dinero, de verdad que no lo entiendo. Con lo felices que
éramos. Siempre habíamos pensado que era mucho mejor tener poco y
ser mucho, ser personas íntegras, honestas, estar con nuestros
hijos, disfrutar de su infancia, educarlos en el amor hacía los
demás, en el respeto y la libertad, alejándolos del consumismo
exagerado del que también renegamos nosotros mismo. Éramos tan
felices....... y ahora esto. Ahora precisamente que nuestro pequeño
viene en camino, ahora que se iba a materializar nuestro gran sueño
de completar la familia, ahora se le da por pensar en esos estúpidos
negocios. No entiendo qué poder de persuasión ha tenido su amigo
Ramón para hacerle cambiar de opinión en tan poco tiempo. Además,
ese tipo no me gustaba en absoluto cuando estábamos en el Instituto
y seguro que no habrá cambiado mucho. La gente de su calaña siempre
es igual de mezquina. Todavía recuerdo aquella tarde que se coló en
los baños cuando estaba yo sola, me acorraló contra la pared y
comenzó a sobarme los pechos. Si no llega a entrar en aquel momento
una chica, no sé que hubiera sido de mí. Es un sinvergüenza. Jamás
había pensado esto, pero si Jesús insiste en llevar a cabo esos
negocios con él voy a tener que marcharme. Me llevaré a Sara una
temporada a casa de mis padres. Estando yo lejos de él y él
lejos de mi, tal vez ambos podamos reflexionar sobre lo que está
ocurriendo"
La
voz de Lola cesó y la imagen desapareció, dejando a Jesús confuso
y asombrado.
-¿Se
va a ir de casa? no me lo puedo creer. Pero si....no es para tanto.
-Eso
es lo que tú piensas - repuso dios- pero ya ves que ella no lo cree
así.
-No
puede irse, no puede dejarme, yo no entendería mi vida sin ella ni
sin mis hijos. Además....Ramón quiso.....abusar de ella ¿por qué
nunca me lo dijo?
-El
porqué no te lo dijo, no importa ahora Jesús. Lo que realmente
importa es que tus ojos se abran a la realidad que estás queriendo
vivir. Pon atención a las imágenes que ahora voy a mostrarte.
Frente
a sus ojos pareció entones Ramón en conversación con un grupo de
hombres. No se escuchaba lo que parecían estar hablando.
-Tu
amigo Ramón. ¿Sabes quiénes son los que están con él?
-Jamás
los había visto.
-Pues
yo te lo voy a decir. Son unos narcotraficantes, no te voy a decir
sus nombres porque no te incumben, sólo te voy a informar de que
Ramón forma parte de ellos.
-¿Me
estás diciendo que Ramón trafica con droga?
-Has
entendido bien. No te engañó cuando te dijo que poseía una gran
fortuna, pero sí lo hizo cuando te habló de sus negocios. Lo que a
ti te mostró es sólo la tapadera de algo sucio. Ramón se dedica a
traer droga del otro lado del océano y a distribuirla en tu país.
Mientras la voz se
dejaba oír, las imágenes que Jesús veía de su amigo no podían
ser más relevantes. El mismo, en algunas de ellas, se encargaba de
cargar los fardos de droga en un vehículo.
-No
me lo puedo creer -dijo Jesús asombrado - ¿Y ese desgraciado
pretendía introducirme en sus negocios sucios?
-A
esa pregunta no te puedo contestar. No sé si pretendía meterte en
los sucios o en los limpios. Aunque de estos últimos no tiene
muchos.
Las
imágenes desaparecieron y el espacio quedó en silencio. Jesús
meditó durante unos segundos, luego habló a la voz.
-¿Por
qué haces esto conmigo?
-Lo
hago porque así como te he dicho que tu mujer es un alma limpia, tú
hasta ahora también lo has sido. Porque entre ambos, aunque no os
dierais cuenta, estabais colaborando en la construcción de un mundo
mejor, mucho más justo. Y tú estás a punto de torcerte. Esto es
todo cuando tenía que decirte. Espero que te sirva de algo, pero
quiero que entiendas que la última decisión es tuya. Yo he sido
objetivo. Simplemente te he abierto los ojos a una realidad que
desconocías. Ahora en tus manos está tomar la decisión correcta.
Por cierto, cuando despiertes, no recordarás nada de lo acontecido.
Dicho
esto Jesús fue de nuevo absorbido por una extraña fuerza que tiraba
de él hacia arriba, dando vueltas y más vueltas, hasta que despertó
sobresaltado en la penumbra de su dormitorio.
El
despertador sonó con estruendo a las siete y media de la
mañana. Jesús se levantó perezosamente y miró por la ventana. El
cielo se empezaba a teñir de rojo y las estrellas que lo
poblaban hacían presagiar un frío y soleado día. Miró a Lola.
Parecía dormir apaciblemente a juzgar por el tranquilo y rítmico
vaivén de su pecho.
Jesús
se duchó con calma y después se preparó un frugal desayuno a base
de algo de fruta y un café con leche. Había quedado con Ramón a
las ocho y media en el Banco Internacional así que salió de su piso
y tomó el ascensor que lo llevó hasta el garaje. Montó en su
coche y lo encendió, pero antes de emprender la marcha una
extraña sensación recorrió su cuerpo. Se sentía como, cuando era
un niño, estaba a punto de hacer algo que sabía a ciencia cierta
que no estaba bien. De pronto pensó en Lola, en Sara, en el bebé
que dentro de pocos meses formaría parte de su familia y se dio
cuenta de que ellos eran el mayor tesoro que iba a poseer en toda su
vida, de que el dinero que le ofrecía ganar su amigo no tenía más
valor que el del vil metal. No iba a dejarse cegar por los lujos que
él le había ofrecido, no merecía la pena. Su mujer tenía razón,
eran felices tal y como estaban, no necesitaban más. Apago el coche
y regresó de nuevo a su hogar. Entró en el dormitorio y se
sorprendió al encontrar a su mujer con los ojos abiertos.
-¿Te
has despertado? Hace un momento, cuando me fui, dormías como un
tronco.
-Ya
estaba despierta. Esta noche no he dormido muy bien, y tú también
has tenido un sueño agitado.
-¿Yo?
Pues no me he dado cuenta, he dormido como los ángeles.
Lola
pasó por alto el comentario. Estaba preocupada.
-¿Por
qué has vuelto a casa? ¿no tenías que estar hoy más temprano en
el colegio?
-Me
ha llamado a última hora el director y han suspendido la reunión
-mintió - además, quiero decirte algo. Siento mucho mi actitud de
las últimas semanas, cariño, creo que tienes toda la razón del
mundo. Ambos elegimos esta forma de vida y somos felices así. No voy
a aceptar la proposición de Ramón.
La
mujer suspiró y sonrió.
-No
sabes cuánto me alegro de escucharte decir eso. No sé lo que te ha
hecho cambiar de opinión pero sea lo sea, le doy las gracias.
-Yo
tampoco lo sé. Tal vez haya sido Dios- se acercó a su mujer y la
besó con ternura, sin entender muy bien qué le había impulsado a
meter a Dios en todo aquello.
Muy bueno...aunque el final tan feliz no fue lo que más me gustó, jejejeje. Soy más de finales truncos...un beso.
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