Dicen
que quien mueve las piernas mueve el corazón, y no es que yo tenga
problemas cardíacos, pero lo cierto es que siempre está bien hacer
ejercicio. Según los entendidos es muy saludable, a no ser que a uno
se le de por hacer el bobo, cosa en la que yo soy experta.
Comencé
a andar en bicicleta
en plan relajado, por el paseo marítimo y sitios así, tranquilos y
sin demasiada gente, pero pronto me aburrí. Siempre me pasa lo
mismo. Me gustan las cosas nuevas y en cuanto ya no son nuevas me
acaba superando el tedio. Un día me crucé con unos chicos haciendo
acrobacias con la bici, salto para aquí, salto para allá, sin
manos, sin una pierna, sin la otra… ¡qué fácil parecía todo! Y
no es que yo me atreviera a hacer semejantes cosas, ni por asomo,
salvo cuando se me presentó la oportunidad y fui de lista.
Tenía
hambre y llevaba en mi mochila un paquete de galletas
y en lugar de parar la ruta como haría cualquier persona normal,
quise cogerlas en marcha y acordándome de los muchachos yo también
me puse en una postura imposible, pero no me salió bien. Atropellé
a un perrito diminuto y de paso a su dueña, que se cayó de culo
sobre un charco y no contenta con ello fue rodando hasta dar con sus
huesos en el agua del mar. Pero yo no me quedé atrás, debido al
impacto, más con la señora que con el perro, la rueda delantera de
mi bici se dobló y yo salí disparada a hacer compañía a la mujer.
El perro pasó a mejor vida y a su dueña tuve que pagarle una
indemnización que me dejó los bolsillos huecos. Desde entonces me
dedico a la lectura.. Ah y he cambiado de marca de galletas, no
quiero ni recordar las de antes.
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