"Una historia sin final" no es una novela romántica al uso, no es una historia dulzona y empalagosa. Es una historia de una chica normal, una chica que conoce el amor no correspondido, la rutina de un matrimonio al lado de un marido que descuida las cosas simples de la vida, los recuerdos de juventud, el reencuentro inesperado...Os dejo un trocito. Si os interesa os espera en Amazón para e-book.
Me
metí en el baño, me desnudé delante del espejo y me puse el
albornoz blanco, tal y como me había dicho. Antes de salir me apoyé
un rato en la puerta. Mi corazón latía tan fuerte que me daba la
impresión de poder oírlo. Respiré hondo y por fin salí. Él
manipulaba las cámaras. Yo me situé en el lugar acordado. Se acercó
a mí, sonriendo y al estar justo en frente se quitó el albornoz y
me lo quitó a mí. Rodeó mi cintura con sus brazos y me pidió que
yo hiciera lo mismo con su cuello.
-Ahora, voy a
besarte.
Un
escalofrío recorrió mi espalda cuando sentí sus labios sobre los
míos, a pesar de que solo fue eso, unos labios pegados a otros, sin
más. Escuché el click de las cámaras al dispararse y me separé de
él.
-Javi, no sé si
podré continuar con esto.
-
Claro que si mujer. Anda, relájate un poco. Yo voy a revisar las
cámaras un momento, respira hondo y tranquilízate. Esto no tiene
mayor importancia.
Me
quedé quieta en medio del estudio, intentando sosegar mi ánimo,
mientras me preguntaba una y otra vez qué demonios hacía yo allí.
Entonces se acercó por detrás muy despacio. Sentí su respiración
cada vez más próxima, hasta que sus labios besaron mis hombros y
sus manos se posaron en mis pechos, por un segundo, pasando luego a
rodearme la cintura
-Ahora abandónate.
Imagínate que estás con un chico que te gusta. Déjate llevar.
No
me hacía falta imaginar estar con nadie. Era con él con quien
quería estar y obedeciéndole, me abandoné a sus caricias y a sus
besos. Pero si yo no estaba cómoda, él tampoco lo estaba. Se
notaban que aquellos besos y aquellas caricias eran demasiado
forzadas. Me di la vuelta y me encaré con él.
-Esto no funciona –
le dije – se nota que no es real.
No
me dijo nada, sólo suspiró.
-Tienes razón. Es
que... no quiero hacer sentirte más incómoda de lo que ya estás.
Me
miró con cara de circunstancia y no pude hacer otra cosa que echarme
a reír. Él me imitó y aquella carcajada espontánea tuvo el poder
de hacer desaparecer las tensiones.
-Tenemos que
olvidarnos de nosotros mismos – dijo – ¿Estás dispuesta?
-A
lo mejor nos haría bien tomarnos unas copillas – dije – pero
vamos a intentarlo sin ellas.
-Pues venga,
hagámoslo real. Ahora me voy a sentar en el suelo y tú te pondrás
a horcajadas sobre mi. Yo haré el resto.
Asentí y obedecí.
Me senté sobre él y le abracé la cabeza, que quedaba al altura de
mis pechos desnudos. Hundió su cara entre ellos y comenzó a
besarme, pero esta vez eran besos de verdad. Luego sus manos se
posaron en mis pezones y juguetearon con ellos, provocando que un
gemido saliera de mi garganta y rompiera el silencio. Eché mi cabeza
hacia atrás y cerré los ojos. Y decidí abandonarme sin importarme
lo que pudiera ocurrir. Las cámaras se disparaban a nuestro
alrededor, pero parecía que ni uno ni otro estábamos pendiente de
ellas.
De pronto, con un
movimiento rápido y certero, Javier hizo que nuestra posición
cambiara y me vi tumbada en el suelo con él sobre mi. Me miró y me
sonrió. Yo le devolví la sonrisa. Separó mi pelo de mi cara y
luego me besó, pero esta vez era un beso de verdad, con su lengua
dentro de mi boca, explorando los recovecos de mi interior. Me excitó
y me dejé llevar por la pasión. Ninguno de los dos parecía estar
fingiendo nada, muy al contrario, semejaba como si toda la vida
hubiéramos estado esperando aquel instante. Llegó el momento en que
lo único que llenaba el silencio eran nuestras respiraciones
agitadas, nuestros gemidos ahogados. Él sobre mí. Sus labios y sus
manos moldeaban mi cuerpo como si estuvieran hechos exclusivamente
para ello, despertando mis instintos dormidos, haciéndome sentir
sensaciones desconocidas. Todavía no habíamos consumado el acto
pero todo apuntaba a que ocurriría sin remedio. Entonces mi mente se
adelantó a mi corazón. Me di cuenta de que las cámaras ya no
hacían fotos desde hacía un rato, con lo cual todo lo que estaba
pasando ya no tenía ningún sentido. Lo empujé levemente, liberando
mi cuerpo del peso del suyo. Me miró sorprendido.
-Es
que ya no hay fotos – balbuceé.
Por unos segundos
pareció no entender, estar desorientado, pero pronto recuperó y
volvió a la realidad
-Claro... es
que....lo siento.
Se
levantó torpemente y comenzó a vestirse. Tuve que apartar mi mirada
para no encontrarme con su excitación. Aquello era real, no había
fingimiento posible
Sin decir más nada,
recogimos nuestras cosas y marchamos a casa, cada uno metido en sus
propios pensamientos y sin mencionar en absoluto lo que había estado
a punto de ocurrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario